PAUL NIETZSCHE Según las epístolas de Lou Andreas Salomé
FACULTATIVO ES EL PROFESIONAL PARIDO POR UNA FACULTAD UNIVERSITARIA. NUESTRO BLOG NO ES FACULTATIVO, NO PASA DE SER UN ESCARCEO AMATEUR, CON TODAS LAS LIMITACIONES QUE ESO ACARREA, PERO TAMBIEN CON TODAS SUS VENTAJAS, LA LIBERRIMA OPCION DE REPERTORIO, ENTRE ELLAS, SIEMPRE CON ARREGLO A LA ESTRUCTURA DE RESPETO Y BUENAS FORMAS, QUE EL CONCORDATO DE CONVIVENCIA CIVILIZADA ESTIPULA. OBVIO QUE ESTO ULTIMO ES BIUNIVOCO; SIN EMBARGO HACEMOS LA SALVEDAD.
LA TRAGEDIA DE CONDOR CERRO
- ¿QUIEN ES EL AMAUTA? (1)
- 3 Y 23 DE LA TARDE (1)
- ACIBAR Y CONFITE (1)
- ADITA (1)
- ALBERT EINSTEIN ¿PORQUE SOCIALISMO? (1)
- ALICIA MAGUIÑA Y EL AMAUTA JOSE MARIA ARGUEDAS (1)
- Ancash Huaraz Yungay terremoto del 31 de mayo de 1970 (1)
- AQUEL PANFLETARIO: "LOS AMORES DEL DIABLO" José Ruiz Huidobro (1)
- BRUCE Y LA SAGRADA FAMILIA (1)
- CHACAS Y EL CIELO Mario Vargas Llosa (1)
- DISCURSO DE RAUL PORRAS BARRENECHEA CONTRA EL BLOQUEO A CUBA (1)
- DOMINGO 31 DE MAYO DE 1970 (1)
- EL CABO DE HEMINGWAY (1)
- EL CATADOR (1)
- EL CONDOR DE CHAVIN chanelo (2)
- EL DIA QUE MURIO HUARAZ (1)
- EL FERROCARRIL Y EL ORIGEN DE HUALLANCA EN HUAYLAS ( 1 ) (1)
- EL MACK ROJO Y EL WEHUASH (1)
- EL MARCO AURELIO QUE YO CONOCI chanelo (1)
- El MUSTIO SEÑOR DEL DESLUCIDO SOMBRERO DE FIELTRO (1)
- EL PODER LA CIENCIA LA EDUCACION LA TECNOLOGIA (1)
- EL PUENTE - Fastos de una leyenda (1)
- en el hermoso Barrio del Centenario (1)
- ENRIQUE SOLARI SWAYNE EN HUARAZ (1)
- ENTRAÑABLES CHACOTEROS Crónicas de los orígenes del INA 94 Huaraz (1)
- ENTREVISTA DE CESAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA A DON MANUEL GONZALES PRADA (1)
- Epistola de los poetas que vendrán (1)
- ERASMO REYES (1)
- ESPEJISMO chanelo (1)
- FLOR DE CACTUS - A 50 AÑOS DEL SISMO DE 1970 (1)
- HISTORIA DE LA LUCHA POR LA CREACION DE LA UNASAM (1)
- Historia de una gesta o gesta de una historia. (1)
- IRENKA CANCHISKOVA (1)
- José María Arguedas (1)
- KARADOSHU Y EL ANGOSTUREÑO (1)
- LA MOLIENDA memorias de un aprendiz. (1)
- LA NINA MULA (1)
- LA TRAGEDIA DE CONDOR CERRO (1)
- LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES (1)
- LO IRREPARABLE Aurelio Arnao Loli (1)
- LOS DIECINUEVE DE NOVIEMBRE SON EL ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE "ABDICHO" SEVERINO ABDIAS SIFUENTES GUIO (1)
- LUCILA (1)
- MACONDO (1)
- MAURO MINA"PUÑO DE ORO" (1)
- OBSERVACIONES EN EL FOLKLORE PSIQUIATRICO DEL PERU Federico Sal y Rosas (1)
- RECUERDOS DE PATAY (1)
- RESCATE DE LOS BOHEMIOS (1)
- TRES GARDENIAS (1)
- VICTOR SIFUENTES CORDERO (1)
- Y EN CUANTO AL CEBICHE O SEVICHE (1)
- YUNGAY (1)
miércoles, 19 de julio de 2023
lunes, 29 de mayo de 2023
YUNGAY, DOMINGO 31 DE MAYO DE 1970, 3.23 DE LA TARDE
PERU VOLTEA EL PARTIDO A BULGARIA,
MEDALLA DE PLATA EN LOS JUEGOS OLIMPICOS DE 1968
A las 2 con 22 minutos de esa
polvorienta y sombría tarde, dos días después del peor golpe natural de nuestra
historia, el más letal y triste, en las faldas del cerro Atma en Yungay, el espontáneo
grupo congregado por el instinto, el temor, el dolor, la angustia y transportado
al teatro mismo de las operaciones por la amena, prolija y estupenda narración
radial de Oscar Artacho Morgado, líder del programa “Pregón Deportivo” de
“Unión la Radio”, haciendo de tripas corazón, aunque consternado, “asistía”
atento, al Perú-Bulgaria, la largamente esperada confrontación futbolística, en
la ya familiar sede de León, la ciudad más grande del Estado de Guanajuato.
Esa tarde del estío, de las
que solían ser despejadas y luminosas, comparecía ante nuestras agallas en
constatación, gris, sabulosa, muy acorde con nuestra mala suerte, que parecía
infinita. Y es que la mala ventura se estaba ensañando con nosotros. Nos
sobrevenía una desgracia sobre otra. Dos días antes, el espeluznante terremoto
del Domingo 31 de mayo, que ocasionó esa pavorosa devastación y la inmolación
de más de 70,000 almas, instaló sobre nuestras cabezas, una pastosa nube de
tierra levitada que nos abrumaba, y el martes dos de junio, día crucial que,
con ilusión desbordada, aguardábamos desde un año atrás, nuestra selección nacional,
la mejor de todos los tiempos, debutaba con el pie izquierdo en el primer
mundial de fútbol, al que asistía por méritos propios, iba perdiendo por dos
goles a cero. Junto al polvo del cataclismo, tragábamos amargura y regurgitábamos
desconsuelo.
-¡Jummm!
– disgustados y apenados, suspirábamos todos
La crónica de nuestro drama comienza a escasos
trece minutos de la primera etapa, “El Chito” Orlando de la Torre, recio
defensa trujillano, se arriesga a una cirugía sin anestesia contra Dimitar Yakimov.
El árbitro, muy severo con los nuestros desde el inicio, castiga la falta con
un tiro libre, que es ejecutado por el mismo damnificado. La pelota se filtra a
través de la barrera y Dinko Dermendshiev, ganándole el vivo a Luis Rubiños, de
potente remate, le dobla las manos y decreta el uno a cero.
-¡Carajo, este huevón tiene
manos de mantequilla! – apostrofa alguien con dolor más que con enojo, desde el
anonimato, tentando salvar su amor propio, es un hincha que aprovecha la coyuntura
para desembalsar estrés y zozobra. Bien pronto se arrepiente, pues la masa que juzga
solo un suspiro como justo y suficiente, lo busca con un homicida gesto de
reproche, literalmente dispuesto a asesinarlo, como se fue haciendo costumbre
¡Uno más entre tantos miles, que importaba!
La selección peruana
conformada por endiablados genios del fútbol, entreteje filigranas, cautivando
al público guanajuatense, declarado incondicional de su magia; pero no concreta.
Salvo uno que otro desviado disparo, sus arremetidas se diluyen en el área
rival, siempre le falta o le sobra un toque y así termina el primer tiempo.
Al comenzar la segunda etapa, el
curso del cotejo sigue el mismo patrón, no varía y nos cae la noche. A solo
cinco minutos de reiniciado, otro electrizante contragolpe culmina con un
formidable remate de Hristo Bonev. Van dos a cero, los guarismos del marcador,
nos muestran la triste y amarga realidad, es la dura verdad de las cifras.
Los seleccionados del Perú,
tenían cosida en la manga derecha de sus camisetas, un improvisado crespón en
ofrenda y memoria de los miles de inmolados de las tres y veintitrés del
domingo pasado. Estaban asustados y muy dolidos, pero no bajaban los brazos.
Ese fatídico domingo y a esa
hora yo estuve en el circo y todo lo recuerdo como si fuera ayer.
-¡¡Calmados,
calmados, calmaaadooós, en un temblor, una carpa es el lugar más seguro del
mundo caballeeeros !!- con su áspera voz de guerreros contra el infortunio, se
desgañitaron, tanteando imponerse los payasos.
Al final del horrendo sacudón se
instaló la oscuridad en el firmamento. El opresivo y asfixiante manto, denso,
pesado, abovedaba la avalancha de niños, una bandada de nervios y jadeos que, por
instinto de conservación o tanatofobia, inocencia, gravitación, inercia o lo
que fuera, pues todo se había descarrilado, nos descolgábamos rumbo la ciudad, en
busca de los adultos, con una incierta certeza o tal vez la esperanza, de
encontrarlos y que de una didáctica bofetada nos despertaran, y nos arrancaran
de esa espeluznante pesadilla de la que no podíamos salir, con la fe en la fortaleza
y la infalibilidad de los mayores y toparnos con la alentadora evidencia de que
nada de lo que estaba ocurriendo era real.
Lo cierto es que, una vez que
el tiempo nos distanció de ese episodio y también nos hicimos adultos, una maquinal,
o biológica pero luenga reflexión, sedimentó la conclusión de que aquél fue
solo un desvarío infantil, propio del pánico desatado, pues los adultos, ante
tal magnitud de tragedia y puesta a prueba su robustez anímica, sin duda alguna
que fueron empotrados en un trance peor que el nuestro, porque ellos además, fueron
forzados a aceptar con dolor, amargura y desencanto, algo que los niños no
percibíamos: contemplar sin poder evitarlo, definitivamente sepultada, una
verdad de la vida, la verdad en torno de un gran invento; la propiedad, absoluta
hasta entonces, la firme y segura finca, que el sismo hizo volar en pedazos, demoliéndoles
sin piedad, la orgullosa garantía de su protección, su parapeto, de su
seguridad en el espacio y el tiempo.
Cerril adolescente, iba yo
entre los primeros y a los pocos adultos, que conmigo bajaban a todo pulmón,
fue la última vez que los vi, porque sorpresivamente y a Dios gracias, “Cucharita”
me cambió el rumbo. Armando Peña Figueroa el joven y solidario payaso
salvadoreño, a quien nunca podré agradecer lo suficiente, a viva fuerza me
despabiló y prácticamente me remolcó en sentido contrario. Junto a él iba un
grupo de niños.
-¿No escuchas el aluvión? – me
advirtió, señalándome una invisible pero estruendosa amenaza que se cernía
embozada por el oscuro firmamento, tan denso que parecía poder masticarse.
-Arriba es más seguro – con su índice, señalaba la cumbre del cerro
Atma.
Con nosotros venía una gran
comparsa de la salvación: los otros clowns, también el malabarista Zabo, dueño
del Circo, el mago “Giomar”, el acróbata “Sabú”. Todos los artistas del estelar elenco del
Berolina Circus, ataviados con sus refulgentes y coloridos trajes, cual
superhéroes de una alucinante historieta, frenaban a los niños y los empujaban
cerro arriba. Epopeya anónima, invalorable episodio de breves minutos, en los
que se entrelazaron y contendieron, su valiente y denodada determinación y
nuestro pánico y desconcierto.
Frente a esa brutal
contingencia, las sensaciones y posturas emanadas de la perplejidad, la ausencia
de prevención o la minusvalía frente a las razones de fuerza mayor, no podían
ser más que reacciones instintivas, pulsiones reflejas o para resolverlo por el
gran atajo, la obra de un ser superior que guiaba voluntades y destinos.
Al influjo de esa coyuntura,
tan inoportuna para la cordura o la sesuda dialéctica, así como sucedieron, así
se me grabaron indeleblemente esos hechos.
Considerándome a buen recaudo,
Cucharita me soltó la mano y se hizo humo. No lo volví a ver hasta hace más o
menos un año que, tras medio siglo de un persistente y en ocasiones azaroso
rastreo, pude por fin hallarlo. Cuando creía que ya había consumado su tiempo o
que comparecía achacoso y frágil en la recta final de su ruta, lo hallé fuerte
como un roble y tan activo como en aquellos tristes episodios de medio siglo
atrás. Me reveló que ese día, desprendiéndose de mí, delirante, con el corazón
inflamado por un estro celestial, sacralizado, regresó al dantesco légamo
asesino, pugnando hasta rasgar y sangrar sus propias carnes, por rescatar a
gente soterrada, disputándole almas, en un esfuerzo vano, que lo sumió en un
trance depresivo del cual tardó mucho en desprenderse. El destino, a quien agradezco,
me permitió un emotivo y vivificante reencuentro.
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
El “Shilico”** ya casi había
olvidado su nombre de pila. Carlos Bautista era un mercachifle itinerante que
se cuadró en las inmediaciones del Circo a vender sus sortijas, pendientes y
brazaletes de bisutería, sus sombreros y telas. Cuando le sorprendió el sismo y
se venía el aluvión, criatura golpeada por la vida, pensando y llevando a la
práctica el consejo que daba a sus clientes, “lo material se recupera, la vida
ya no” optó por salvarse y dejó sus bultos, que eran demasiado pesados, para ascender
con ellos el cerro Atma. Fue botín de la rapiña de los seres desalmados, que
nunca faltan en las desgracias: “Chacales que el chacal rechazaría, piedras que
el cardo seco mordería escupiendo, víboras que las víboras odiarían!”*** Su pequeña
heredad no fue alcanzada por el alud como le previno su instinto, pero lo
perdió todo.
Hombre esculpido de barro con
signo positivo, sin embargo y ufanándose de su buena suerte, en una talega que
se echó a la espalda, rescató lo esencial bajo tales circunstancias, entre colchas
y frazadas envolvió comida en conserva, una linterna de pilas, un termo para el
agua caliente y su radio transistor. Era a través de este aparato, que las
noticias de la Novena edición del Mundial de Fútbol FIFA, que el éter portaba, tomaban
cuerpo para nosotros.
El Shilico es también orfebre, y a este oficio
es que debe su otro presuntuoso apelativo: “Señor de los anillos” que,
probablemente poco o nada tenga que ver con la novela homónima de John Ronald
Reuel Tolkien, pues, aunque fue publicada en 1954, su círculo de lectores se ciñó
a un círcuito europeo y todavía se puso de moda, por la trilogía
cinematográfica de inicios de los 2000. Este Señor de los Anillos, es el mismo
de la supuesta anécdota, en realidad, una jocosa ocurrencia que sus paisanos los
shilicos itinerantes, divulgaban a guisa de chanza. Los hechos se remiten a
Julio del año anterior, 1969, cuando el astronauta Neil Armstrong, descendió
del módulo lunar LEM y se dio vuelta para dar el histórico paso que dijo que
dio y pisó la luna por primera vez, el Señor de los anillos, ya lo esperaba
detrás ofreciéndole sombreros.
-¡Caballero gringo, contra la
resolana lunar, no hay mejor protección que un sombrero de paja! y baratito
nomás, diga usted!
Ocurrencia que alude a dos
detalles importantes, dos de las principales habilidades desarrolladas por los
shilicos en su trashumancia: su cosmopolitismo y ubicuidad.
TERREMOTO DE GRADO LETAL EN LA
ESCALA DE MERCALLI
-¡¡Temblooooor!!
– bajo esa multicolor carpa, todavía nueva, emergió el grito de los aterrados
pechos, invasivo, extraño, como surgido de formidables y ajenas cajas torácicas
y por escasos segundos, hercúleo hinchó la carpa.
En tanto Richter lo calibró en
7.9 grados, Mercalli en más de 70,000 almas. Esa agobiante situación, hizo imperativa
una interpretación de los signos, urgía y encajaba una válvula de escape para
la ofuscación y el pánico. Y como es natural y propio en tales circunstancias,
además de las preces a las sagradas entidades de nuestro cristianismo, aquéllos
nos condujeron aleatoria o caóticamente, como atávica y arcana asociación de
ideas, quizás también liberada por la sacudida, a un ajuste de cuentas de la
Pacha-mama, a cuyos designios, enfrascados en nuestras urgencias, desde tiempos
en los que aún no corría mucha agua bajo los puentes, invariablemente hacíamos
caso omiso.
La formidable energía sísmica, liberada junto a un amasijo de imágenes,
sonidos, sensaciones, sospechas y creencias, podría ser la notificación
telúrica de un pacto postergado, ignorado o soslayado, que como siempre, congruente
con nuestro acervo y singularidades y a nuestras dehesas mentales, siempre
menesterosas, las atendimos solo el lapso de duración del susto. Por vez
enésima y con toda la fe que nuestras limitaciones nos permiten o imponen, tirando
al tacho silogismos y ergotismos, esta vez también resultó muy práctico,
endosárselo al Dios del Viejo Mundo, aquél que nos trajeron, en carabelas de
madera, armados de la cruz y arcabuces.
-¡Calma
tu ira Señor!
-¡Virgencita madre de Dios, protégenos
con tu manto!
-¡Patrón Santo Domingo
ampáranos!
DIDI, REDACTA LA CRONICA DE LA
LEYENDA
Y he aquí que, el brasileño
Waldir Pereyra “Didí”, entrenador de Perú, guardaba un as bajo la manga:
- ¡Hugo…caliente...va a entrar!
–
Ni más ni menos que Mandrake,
el mago de aquellos tiempos, “Didí” decide echar mano, una vez más, al amuleto
que cuelga de su cuello, junto a la cruz que le obsequió su madre. Es una Mano
de Fátima que nunca le falla y él escucha y descifra el consejo: Para el
segundo tiempo, recurrir al “Cholo” Hugo Sotil, ese fornido y habilidoso iqueño
bendecido y endemoniado a la misma vez. Por su propio peso se apeó el debut
internacional del “Cholo”, ya que no estuvo en las eliminatorias. Resulta que el
Deportivo Municipal, equipo en el que militaba, ascendió a la Primera División a
finales del año 1969 y Didí aducía esa razón para la no convocatoria. Aunque
también después del ascenso, se le notó reacio a su llamamiento. En honor a la
verdad, se generalizó la impresión, de que tuvo que ceder ante la enérgica y
masiva conminación de la hinchada, esa que atestaba el estadio San Martín de
Porres y sus exteriores, solo para ver a ese genial, fabuloso jugador y a viva
voz le exigía su merecida oportunidad en la blanquirroja.
BEROLINA CIRCUS
Desde la puerta del circo, el potente
altavoz anunciaba:
-¡Atenciooón
Yungaaay!
-¡El Circo es arte, el Circo
es cultura, el Circo es tradición!
-¡Tres
funciones treees!
De los tres pitazos, esa tarde
de domingo estival, faltaba el último para que la primera de las tres funciones
comenzara, el tendido estaba lleno para la Matiné y seguían entrando más niños,
uno que otro acompañado de un adulto y sin ellos también.
Lima forma parte del circuito
de capitales de los más grandes circos del mundo. El “Berolina Circus”
estrenaba carpa cada año, fue un circo grande, fastuoso, de aquellos que cada
28 de Julio vienen al Perú, En los corros circenses es axioma triste,
implacable, feroz, que la competencia, lividece a la teoría de la “Selección
Natural” y fue la que lo hizo caer, tal como de la alta cuerda tensada, se
precipitan los funámbulos que hierran en el cálculo de su serenidad o sus
habilidades. El archipiélago de los circos, evoluciona en un cosmos muy
singular. Tal las famosas “Galápagos”, si Charles Darwin hubiera sido testigo,
habría refrendado con su agudeza y salvado del anonimato este trágico fenómeno,
que ocurre bajo las carpas de la comedia.
Con su gracia y asombrosas
acrobacias, el Circo de Moscú tenía a Oleg Popov; “el mejor payaso del mundo”.
El “Ringling Brothers” a “Dragones”; el “Espectáculo más grande del mundo”, El
Circo “Africa de Fieras” traía divertidos payasos chilenos; discípulos del
célebre “Tony Calunga”. Por su parte el “Tihany”; exhibía al increíble
ilusionista húngaro Franz Czeisler, genial mago y comediante, conocido también
como “El Gran Tihany”. El Circo de los hermanos Fuentes Gasca de México, traía
a Juventino “El Tarzán mexicano” y a sus hermanos, los alucinantes trapecistas,
hijos todos de don Jesús Fuentes Zavalza y doña María Luisa Gasca. Con astros
de esa talla, estaban llamados a prevalecer, los demás, entre ellos el
Berolina, tuvieron que resignarse al descenso a la segunda, la tercera clase o a
la desaparición.
-¡Nos vamos a los pueblos! - como experimentado sobreviviente el turco
Giulah Zabo propietario del circo, decidió una ruta provinciana desde las
fiestas patrias de 1969, Un circuito por el interior del país, como desde siempre
lo hacían muchas dinastías circenses. Los “Cavallini”, los “Farfán”, los
“Lietti” o el siempre recordado clown ecuatoriano “Tony Pepito” y su comparsa.
Ellos eran y algunos lo son hasta hoy, circos itinerantes, aunque
despiadadamente, el tiempo y la ley de la prevalencia de los más aptos, los van
extinguiendo, con paciencia y temple de taxidermista.
La inauguración del nuevo escenario
se llevó a cabo en Huaraz, donde la carpa de vivos colores, concitó el interés
del público durante enero, febrero y marzo. En mayo, el Circo trasladó sus
funciones diarias a Yungay. Giulah tenía programado para julio, al demográficamente
explosivo Chimbote. Planificaba una temporada larga que duraría hasta pasada la
celebración del aniversario nacional. La programación fue truncada ese fatídico
domingo 31 de mayo de 1970.
SEGUNDO TIEMPO, LA UTOPIA SE
CONMUEVE Y TOMA TIERRA
Con las endemoniadas y míticas “paredes” de Sotil y Cubillas, la “Dupla
de oro” años antes gestada en el Alianza Lima, que sembraron caos y
desconcentración en los dirigidos por Stefan Bozhkov, el equipo reaccionó, a
tal punto que, a los siete minutos de la segunda etapa, a solo dos minutos del
segundo gol búlgaro, el chinchano Alberto Gallardo Mendoza, puntero izquierdo,
aprovechando los espacios que le abrió el aflojamiento de los dogales eslavos, de
un potente disparo, que infló sus redes, rebotando antes en el travesaño, decretó
inaugurado nuestro marcador, acelerando nuestras pulsaciones y congestionando
los teletipos de las redacciones.
Oscar Artacho Morgado, cantaba emocionado
el primer golazo patrio:
-¡Gooooooooooool peruaaano!,
¡Gooooooool….!
- ¡Coooonchán, la gasolina
peruana con tremeeeenda potencia! – le añadía sabor y prosopopeya Carlos
Alberto Sosa, el “Gringo Sosa”.
Tres minutos después, a solo diez minutos de iniciado el segundo tiempo,
tal como era su decisiva genialidad, el “Cholo”, con la pelota desaparecida en
su pie derecho, avanzaba incontenible en diagonal, eludiendo y apilando rivales
y a Iván Davidov, el último hombre de la defensa búlgara, no le quedó otra
opción que derribarlo al filo del área. Quien se encargó del tiro libre fue el
“granítico” Capitán de América, Héctor Chumpitaz Gonzales, cañetano apodado también
“pata de comba”. Con resbalón incluido, su formibable disparo, decretó el
empate, nos dispensó relegar la tragedia que nos enrollaba como capullo de araña
y cantar el himno de nuestro Mundial.
-“¡Perú campeón, Perú
campeón!”… con Rubiños en el arco, la defensa es colosal….♫ -
El sorprendente éxito de los
“Ases del Perú” Eddy Martínez y Oswaldo Campos, sonó a fiesta desatada en un
escenario devastado. Pero no era todo, aún estaba por llegar el clímax a los 28
minutos. Unas fantásticas “paredes” entre presbíteros de una religión que no
tiene ateos, según Eduardo Galeano y sus encíclicas del balompié; una rotunda
demostración de la superioridad del talento, una precisa y preciosa asistencia del
“Niño terrible” Roberto Chale Olarte, culminó con el primer gol mundialista del
“Nene Cubillas” quien desde entonces, comenzó a crecer como la sombra cuando el
sol declina, se convirtió en un contendiente de cuidado, por el trono del mejor
de Sudamérica y del mundo, admitido por el propio Edson Arantes Do Nascimento
“El Rey Pelé”, su émulo primero, luego su adversario, posteriormente su amigo y
finalmente su compadre.
DILETANTISMO EXISTENCIAL
Para añadirle dos piezas importantes a esta remembranza y no faltar a la
verdad esencial, la verdad de la vida, a la que nunca hay que faltarle.
Primero, espero sean indulgentes, si en algunos pasajes de este relato, a pesar
de mis esfuerzos y el tiempo transcurrido, las lágrimas aún anegan mis ojos, son
de las que brotan del alma, las que trascendiendo tiempos y espacios, no
entienden de mesuras. Y segundo, debo confesar que no tenía planes de entrar al
circo, pues esos espectáculos no me desvelaban. Ese día le sacaba el jugo al
domingo y tras cortarme el pelo “tres centímetros” como exigía el Sub-oficial
IPM, cuyo nombre escapa a mi ingrata memoria, pero al que en dudoso homenaje a
los zapadores del Batallón de Ingenieros del Ejército y en arbitraria alusión,
importunábamos con el apelativo de “El Zapa”, encargado en el Colegio de
nuestro adiestramiento cuasi-militar, deambulando sin carta de navegación ni
agenda, completamente libre, de manera fortuita me topé con la señora Sara Calero,
piadosa siempre y cargada de años, quien celebraba mis travesuras y me tenía en
gran estima, merced a la amistad que tuvo con mi finado tío abuelo, el célebre
y prolífico compositor yungaino Víctor Cordero Gonzales. Ella, con reposada voz,
me confió que desde varios días antes, tenía comprados dos boletos, uno para
ella y el otro para su engreído.
Maglorio, su sobrino, ese pelirrojo
de pocas carnes, que vestía ceñidas blusas y pantalones acampanados y nunca
acababa de masticar algo, sin reparar en los ruegos de su amorosa tía, quien lo
criaba desde bebé, que en la práctica era su madre, con un grupo de futrecitos
como él, partió por Caraz y la ruta del tren de Huallanca, hacia el norte, en
un intempestivo paseo a las playas de Salaverry, donde vivía su padre con su
familia. Su madre biológica vivía con la suya en Pacasmayo.
Así fue como al encontrarse
conmigo, a la bondadosa tía Sara, se le plasmó su plan B y me invitó a entrar
con el boleto remanente.
Como dije, no me seducía la
idea de entrar al circo y esa falta de interés en los circos, quien sabe se
deba, por lo menos en parte, a que entonces lo mágico, lo magnético era para mí
el cine, ya que, cuando podía hallarme en casa, algún domingo que otro, con su
viejo Ford del cuarenta y dos, papá nos llevaba a la Ciudad de Huaraz, a
disfrutar de un grandioso recreo, sublime en aquellos días de mi infancia y
adolescencia. Una excursión con obligadas escalas, en los baños de Chancos o
Monterrey, a una de sus tres salas de cine. Allí el écran, descubriendo ante
mis ávidos sentidos, a los clásicos circenses del celuloide. Charles Chaplin,
Mario Moreno Cantinflas o Buster Keaton, me instaló en el alma, un sentimiento
de piedad, de conmiseración con los artistas de la carpa. En cada payaso,
acróbata o domador, veía yo una vida de adversidades y lucha, soledad y
tristeza. Un drama más que una comedia.
CUANDO MAS OSCURA ESTA LA
NOCHE, MAS CERCA ESTA EL ALBA
Los derrumbes, deslizamientos y aluviones,
provocados por el terremoto, que habían cortado carreteras, teléfono y
telégrafo, nos habían desconectado por completo del mundo, para nosotros el
único nexo con el exterior, con la vida, que desde las 3 y 23 de la tarde de
ese día, pendía de entredichos e incertidumbres, era la radio:
-¡ Atención Lima,Lima,Lima,
Lima… un comprendido cambio! –
A través del radiorreceptor
del Señor de los anillos, en múltiples frecuencias, se escuchaban los S.O.S. de
los radioaficionados que, con la moral al tope, pugnaban por un enlace con el
mundo exterior, desde cualquier punto de la zona asolada. ¿Sabían que SOS tiene
múltiples significados y orígenes? y que allí en ese espeluznante escenario se
acuño otro: “Sálvennos O Sepúltennos”? Fue por este mismo medio que nos
enteramos en la noche que al mediodía de ese mismo infausto domingo, la
selección de fútbol de México, el país anfitrión, había empatado con la de la
URSS, en el aburrido partido inaugural de la Novena Edición del Mundial de
Fútbol FIFA.
Y la hazaña con contornos de
magia y de fábula, cumplida por nuestro combinado patrio, que el martes 2 de junio,
remontó un partido que perdía por dos a cero. Ese triunfo fue un regalo
envuelto en papel de oro, un auténtico y eficaz bálsamo contra la desolación,
la congoja y el susto, la primera victoria con festón de leyenda, de una
selección peruana en un mundial de fútbol, el deporte pasión.
-¡Conozca el Perú, visite el Perú y compruebe el verdadero valor de la
tierra de los Incas! – exclamaba Oscar Artacho. Era el eslogan de su programa,
que esta vez lo repetía entre lágrimas. Por parte nuestra, llorábamos también,
por la emoción y como un modulado desfogue de las tensiones y el dolor,
enjugábamos nuestras lágrimas con las mangas y por un buen rato nos sonrió la
vida. Igual que nosotros, los artistas del Berolina Circus, se mostraban
felices del resultado, la selección del país que los acogía y que les daba un
gran susto, había logrado su primer triunfo; sus colegas, los artistas peruanos
de la pelota y el gramado, con un juego que parecía más bien cosa de
hechiceros, habían vencido a los rígidos sistemas europeos.
LOS HEROES SON DE CARNE Y
HUESO
-¿No ves que se viene el
aluvión? – Me cogió de la mano este señor con nariz de rocoto rojo, desordenado
cabello bermejo, bonachones ojos aureolados y con extraña autoridad, como ya
dije, me remolcó en sentido contrario, cerro arriba, señalando con la otra mano
un punto en la densa y oscura cortina, donde se escondía el Huascarán. Aguijoneando
mis sentidos y a pesar de mis esfuerzos, no logré percibir nada, a través de
esa apelmazada opacidad, solo el ruido, ensordecedor, que no dejaba ni pensar
ni sentir, como si encima nuestro, muchos aviones o trenes pasaran al mismo
tiempo.
Bordeando los sembríos, empolvados y azorados como nosotros, subimos a
campo traviesa a todo lo que daban nuestros pulmones, los eucaliptos y pacayes
diseminados a lo largo de las cañadas, eran nuestros guías. Por entre
matorrales, transpirando, asustados y jadeantes, alcanzamos la salvación; el
amparo de la altura. Como en un fatal pallaqueo, lúgubre e irreversible, los
que subíamos arreados por los comediantes, éramos solo niños y uno que otro
adolescente, los adultos, renuentes a su invocación, bajaron hacia el que hasta
entonces, fue el más hermoso del rosario de pueblos del Callejón de Huaylas.
Allí arriba, por gravitación y
cronógrafo, los días subsiguientes se desgajaron tediosos, tristísimos e
inciertos. Fluyeron como despojados de toda voluntad, abandonados a su suerte,
al tiempo o al viento y caían uno a uno, sin prisa, pero sin pausa, como orgánicamente
caen en el invierno las hojas de los arboles caducifolios.
La Sra. Sara Calero,
sucumbiendo a la atracción de la querencia, la sólida y firme finca, que
demasiado tarde el sismo reveló como noción equivocada, siguió la ruta de la
ciudad, y se internó en la bruma para acompañar a mis padres y hermanos, junto
a miles de almas, en su prematura marcha a la eternidad, bajo ese monstruoso
manto de nieve, fango y rocas. Aunque la relación con mis padres, debido a mi
frívola e improductiva rebeldía, era muy poco fluida, me duele en el alma,
recordar que se fueron sin despedirse y sin que, siquiera pudiese intentar
evitar tan terrible desenlace.
Durante los días de nuestra permanencia en
el cerro, el compacto y
acerbo polvo no remitió. Los Flores Cadillo, con
Don Rolando y Doña Santa a la cabeza, a quienes nunca terminaré de agradecerles
su fortaleza y bondad, conformaban una familia campesina, honrada y pobre,
condiciones que con opresiva y vergonzosa frecuencia suelen ser interdependientes.
Su heredad escasa o lo poco que de ella les quedaba, lo compartieron con
nosotros. Hablando con propiedad y verdad, nos brindaron lo mejor de lo que
tenían, con auténtico cariño, sin poses ni dobleces. Y es que la solidaridad de
los pobres, pese sus infortunadas circunstancias y sus menguados recursos, es
incondicional, es el corazón su punto de partida, no proviene del bolsillo, del
egoísta cálculo económico, del cómputo de costo y beneficios, iniquidad en la
que incurren, con opresiva y preocupante reiteración, no pocos fulanos
acaudalados, que no aflojan moneda o donativo si no hay flashes, cámaras o
micrófonos. En este hipócrita inventario de valores, no puede haber óbolo sin
pregón y provecho.
Fueron choclitos con queso,
papitas con ají, sopitas de granos molidos, de trigo, habas y frijoles, los que
mantuvieron vigentes y alertas mis sistemas, hasta que días después me recogió
un helicóptero CCCP, que no pudo entrar antes a la zona, debido a la pastosa
nube de tierra levitada. Los soviéticos me llevaron a mí y a otros muchos
niños, al refugio para huérfanos de la Cruz Roja en Huaraz. Instalado en un
gran campamento de hermosas carpas de color verde agua y amarillo anaranjado,
donadas por la generosidad mundial, el refugio fue el paso previo de un
programa de adopción internacional.
PSIQUE TRITURADA
Por otra parte, de tal magnitud
fue el choque psicológico que, en los pueblos del Callejón, solidarios artistas
de todo género, entre los cuales cabe destacar a los “Compadres” el afamado dúo
cubano, que Fidel Castro envió por más de dos meses, se esforzaron por mitigar
con caravanas y eventos masivos “destraumatizantes”. Cumpliendo con una
obligación de justicia y gratitud, deben rescatarse asimismo, las que
encabezaba la “Princesita de Yungay”, quien, paseando su melodioso timbre y
excelsa figura, sin faltar uno, visitó todos los pueblitos grandes y pequeños,
brindando su espectáculo y solidaridad.
Debido a esto, en los años
subsiguientes, a pesar de estar muy lejos del teatro de la tragedia, a más de un
océano de distancia, confieso que tuve que procurarme una carpa, pues los
techos de las construcciones, me provocaban pánico, por tanto, me era imposible
dormir debajo de ninguna y aun así, esporádicamente era presa de aterradoras pesadillas.
-¡Jamás hombres humanos hubo
tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, en el vaso, en la
carnicería, en la aritmética!
Una vez más, lo encontré acomodado
en su clásica estampa, pero a diferencia de las anteriores, esta vez era real, no
producto de una alucinación, un espejismo. Estaba allí, sudoroso y mohíno y me
habló esmerilando su rugosa voz.
Recostado en una gran roca que trajo la tromba de granito, nieve y lodo,
el brazo diestro acodado en un gran bastón de chachacomo, su palma que haciendo
una suerte de puño, apretaba algún consuelo, sostenía su rostro atacado de
calvario, de amargura y pena, tal vez por la insalvable y eterna reyerta en su
atormentada alma, pendular siempre entre sedición y conformismo, me miró muy
triste y a continuación, murmuró un sencillo coloquio, no como cabía esperarse por
su preliminar renombre y por lógica expectativa: una monumental talla de su
verbo.
-“A consecuencia de la estremecedora sacudida - con el monstruo de fango
y las resilientes palmeras de la Plaza de Armas, de fondo - musitó atribulado
el personaje, fallando en camuflar su tesitura de trueno; que no alcanzó a disimular
del todo.
-Fragmentado, de la escotadura norte del
Huascarán, se precipitó retumbante –prosiguió - un colosal bloque de nieve, generando
una insufrible atmósfera densa, viscosa y, en sus oscuras y dantescas entrañas,
como sin duda fueron para Jonás las de la ballena que lo tragó, se advirtieron detonaciones
y chispazos como relámpagos y truenos, de los que se desprendía un intenso y
acre olor de pólvora. Pasado algún tiempo y merced a la explicación del ilustre
visitante francés, que me acompañaba, supe se trataba del feldespato aliado al
cuarzo, la mica y las plagioclasas, componentes de las enormes rocas de granito
que, al despeñarse en su vertiginosa precipitación, revueltas con nieve y
barro, friccionaban y rebotaban con la forzada y repentina rambla o
colisionaban entre sí. Jules Krafft, reconocido vulcanólogo, era mi
acompañante, el visitante ilustre, cuyo nacimiento acunó una sencilla vivienda
de la Rue de Picpus en París, al costado del célebre cementerio y muy cerca del
lugar donde fue instalada la Guillotina. Probablemente el cálculo más que el destino,
lo posicionaron como testigo de excepción, histórico, del evento destructivo,
Capeó milagrosamente la muerte en otro cementerio, el del altozano del Cristo que,
con los brazos extendidos reconviene al augusto Huascarán y le exige una
rendición de cuentas de las razones de ese zarpazo letal de más de 25 metros de
alto, que sepultó a Santo Domingo de Yungay, hermoso pueblo serrano, cual mi
venerado Santiago de Chuco e hizo trizas el mito de la inviolabilidad del dique
natural, que en 1962 candorosamente fue acreditado como segura valla protectora,
solo porque entonces, encajonó el aluvión hacia Ranrahirca.
Jamás tanto cariño doloroso –
prosiguió, esta vez sí, con su clásica sonoridad de trueno, retumbando cerca de
mi cabeza, tanto que sentí su cálido resuello
Jamás tanto cerca arremetió lo lejos, ¡jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!. Jamás,
señor ministro de salud, fue la salud más mortal…..”
(Yo
lo acompañaba coreando sus célebres y entrañables versos)
“Y
la migraña extrajo tanta frente de la frente! Y el mueble tuvo en su cajón,
dolor,
el corazón, en su cajón, dolor, la lagartija, en su cajón, dolor”….****
Pero un cambio en su voz y sus
palabras, me desconcertaron, causándome un enorme desasosiego del alma, que
finalmente me despertó:
-“Desgraciadamente hermanos humanos, a la fatalidad no la conmueven ni
chascarrillos ni acrobacias”.
Definitivamente esta era también,
una vez más, solo la contumaz pesadilla que, durante muchos de los años que
siguieron al del sismo, junto a otras, aunque menos recurrentes, asaltaron y
perturbaron mis sueños.
“CUCHARITA”
Al margen de traumas, alucinaciones
y conmociones, volteando la página y rescatando el informe, del olvido o la
pasada por alto, “Pildorita” y “Chizito”, son los dos herederos peruanos de
“Cucharita”, que hasta hoy, más diestro y cargado de experiencias, aún se afana
con su entrañable personaje y en cada Navidad, representa a un caritativo y
afable Papá Noel. Radican todos en El Salvador. Lo sé porque la vida me dio la
oportunidad de encontrarlo y agradecerle, haberme salvado de ser sepultado
vivo, al que es hoy una celebridad que relata con pelos y señales, esa infausta
odisea. Por otro lado, el Berolina Circus, continúa en la brega, trashuma, gira
en la rueda de la vida tan endeble e insospechada, aunque su vigencia se
circunscribe a un reducido circuito del sureste europeo.
EL ENIGMATICO SHILICO Y EL SAPIENTE PAYASO
Jonás Alvensbergen y Hanna Leuchtenberg
de Fráncfort, Alemania, son mis padres adoptivos. Hasta los veintidós años viví
en esa tranquila y hermosa ciudad vitivinícola e industrial, luego por mis
estudios primero y por mi trabajo después, recorro el mundo. Si ya lo dije, no
huelga aquí recalcarlo, soy promotor de ventas de la antigua y famosa bodega
Rheingau.
Impensadamente, como ya lo referí
anteriormente, tras medio siglo de búsqueda, radicado en Melbourne, al primero
que encontré fue al Señor de los Anillos. Tal Melquiades de Macondo, el
“Shilico” no había envejecido, su estampa reflejaba prosperidad, bonanza y su
circuito, como el mío, también era internacional. Fue el quien me dio el dato
de la vigencia de Cucharita, cuando ya casi me había resignado a no encontrarlo
más.
El Clown, de tan vastas y
formidables experiencias, se había convertido en un sabio. Apenas se me dio la
oportunidad, en uno de mis viajes al Perú, hice escala en el Salvador.
-Eso solo fue inspiración - me respondió riendo con todo su cuerpo, cuando
tras agradecerle lo que hizo y abrazarlo, tan efusivamente como un hijo que
reencuentra a su padre, le pregunté cómo fue que supo lo de la tromba asesina de
barro y nieve.
.-Como la del “Cholo Sotil”
contra los búlgaros ¿Te acuerdas?
Tomábamos el café que preparó su nuera, cada sorbo, un recuerdo y unas
lágrimas, que son las que dan cadencia, simetría y profundidad a las
evocaciones de lo trágico, sentimental o entrañable.
-Me gustaba el café de Bagua, más que el de Chanchamayo – me confió.
Algunos días después, de
regreso le llevé ese café, Filiberto Tuesta Zumaeta, viejo amigo, natural de
Chachapoyas me lo consiguió, Cucharita enjugó algunas lágrimas y trocó su
talante por una amplia sonrisa con saldos de tristeza. Creo que esa es la
imagen que me acompañará en lo que me queda de vida.
Y me tocó volver a Melbourne,
pero esta vez tenía ya un lugar a donde llegar, el Shilico me recibió feliz,
pues también le llevé unos king kones de Lambayeque, que tanto le gustaban.
-Melbourne es la mejor ciudad
del mundo para vivir y morir– me confió su convicción el Señor de los Anillos. Yo
creo que es un axioma que el exiliado persigue, en la dolorosa pretensión de
evadirse del recuerdo y el desarraigo, la nostalgia del filial cobijo. Para mis
adentros reflexioné que no era difícil que aquello fuera cierto, por la belleza
del paisaje, por los reducidos índices de pobreza y la calidad de vida que
brindaba a sus ciudadanos. Sin embargo, en los cajones de su velador, muy
ordenada, guardaba una gran colección de fotografías de Celendín, su tierra
natal. Tierra de la que, curiosamente, en el retorno de cada visita, había
llevado algunos puñados y muy entusiasta me los mostró, depositados en una
bella urna de vidrio.
- Es mi voluntad que mis hijos
cumplirán, estos son los primeros puñados – me dijo empuñando un poco de su
entrañable tesoro.
- Ya que no en mi tierra, me
van a enterrar con mi tierra – apostilló, provocándome un fárrago de
sentimientos encontrados y aunque lo aprobé con movimientos de la cabeza, finalmente
no me convenció. Para mí, el mejor lugar para vivir y morir es mi Yungay amado,
adonde retornaré cuésteme lo que me cueste, para que me entierren en mi suelo,
no con una ínfima porción de él, eso me parece demasiado triste, morir
desterrado, lejos del hermoso cielo azul de ultramar y los níveos picos, lejos
del aroma de los eucaliptos, de la lúcuma y los pacayes moraditos, del choclo
tierno y la retama, lejos de la fragancia de la blanca arena de granito mojada
por las primeras gotas de lluvia, en el inicio
de la estación invernal, de los radiantes arco iris; lejos de la querencia
y la identidad.
Yungay en el Callejón de
Huaylas, tierra ponderada y añorada, aunque a veces y con razón, nos sacuda las
testarudas molleras, para recordarnos que convivimos en un paraíso de belleza superlativa
y alto riesgo asociado e increpándonos nos exhorte a decodificar sus mensajes y
saldar la antigua deuda de comprensión, de respeto, que irreflexivos o
asténicos, aplazamos por tradición o sistema.
________________________________
*Fragmento del poema "Coplas a la muerte de mi padre" de Jorge Manrique
**Fragmento del poema "Explico algunas cosas" de Pablo Neruda
***"Shilico" coloquial hipocorístico, natural de Celendín Provincia de Cajamarca
****Referencias del poema "Los nueve monstruos" de César Vallejo Mendoza