LA TRAGEDIA DE CONDOR CERRO

miércoles, 19 de julio de 2023



"Dedico esta obra, en general a todos los que están empeñados generosa, sana y vigorosamente en forjar un Perú más justo y más feliz. En forma especial la dedico a todos aquellos que están empeñados en la habilitación de nuestro suelo como morada del hombre. Porque, quizá, ellos también podrán decir, con el protagonista de la obra: Estamos combatiendo la miseria humana y estamos construyendo la felicidad de los hombres del futuro"
Enrique Solari Swayne
COLLACOCHA
Desde el 2016, han pasado seis años de la última puesta en escena importante de COLLACOCHA, la obra culmen de nuestro más famoso dramaturgo: Enrique Solari Swayne. Para la ocasión, Rómulo Assereto, el director, intentó el montaje de una adaptación a la coyuntura política social actual, de la clásica pieza del teatro peruano. Recordemos que el estreno en Lima se hizo el año de 1956 por la Asociación de Artistas Aficionados y en Huaraz en 1976, con gran suceso, a cargo del longevo Grupo de Teatro Farol XX, en ambas puestas en escena, se respetaron escrupulosamente los libretos y pautas del autor, como creo que corresponde a una obra que relata una epopeya, una proeza, basada en la felicidad y la tragedia que suele surtirnos la propia realidad, la vida. Los hechos que sirvieron de inspiración al autor, tuvieron su tiempo y lugar y forman parte de su meollo, de su biografía. Y aunque parezca contradictorio, elevadas al nivel de COLLACOCHA, las obras de teatro exitosas, icónicas, referenciales, devienen firmes, atemporales, sin fecha de caducidad, no merecen en modo alguno, la mutilación de su esencia, por más elaborados que sean los sofismas para sustentarla, que dígase de paso, no son más que coartadas de mercadeo.
EL CAÑON DEL PATO
Al iniciarse la década del 50 del siglo pasado, Manuel Odría, a la sazón dictador de nuestra sufrida Nación, aprovechaba la bonanza económica que resultó del exponencial incremento de las exportaciones debido a la Guerra de Corea. Sanguinaria y brutal como son todas las guerras en las que intervienen el poder y los intereses de las élites “privilegiadas”, y fundamentalmente las últimas, desencadenadas por las desvergonzadamente llamadas “superpotencias”. No hay mal que por bien no venga, sin embargo, cariz beneficioso que Odría concretó a pesar de la corrupción rampante de su gobierno, en el despliegue de un gran programa de obras públicas, que incluyó modernos Centros Hospitalarios, como el Hospital del Empleado, hoy con justicia denominado Edgardo Rebagliati Martins, las Grandes Unidades Escolares (GUEs), Unidades Vecinales de carácter popular como la de Matute en La Victoria y la de Santa Marina y la Perla en el Callao, el Estadio Nacional de Lima, el famoso edificio del Ministerio de Educación, en el Parque Universitario, que fue el rascacielos más alto del Perú, hasta que en el año 1977 fue inaugurada la torre del Centro Cívico, también diversas vías de comunicación, así la carretera Panamericana recibió un nuevo impulso y mayor presupuesto. En Ancash, revitalizó el hermoso proyecto de ferrocarril por el Cañón del Pato, que se amustiaba en un malsano marasmo, luego del impulso inicial de la Corporación Peruana del Santa en 1943, bajo el primer mandato del Presidente Manuel Prado Ugarteche. Como sabemos, finalmente ese tramo se quedó como trocha carrozable, pues el tren nunca pasó de Huallanca.
ENRIQUE SOLARI SWAYNE
Allí, al teatro de las operaciones, donde a puro pulso se tajaban los acantilados, se fracturaban las rocas a punta de combas, barrenos y calambucos, pues se carecía de maquinaria y donde las duras condiciones de trabajo cobraron la vida de muchos trabajadores, entre las cuales deben enumerarse y enaltecerse las de jornaleros chinos inmigrantes, que desde 1853 en grandes oleadas arribaron a distintos destinos de nuestra América, allí, al área del desafío con la naturaleza imponente y bravía, merced a la invitación de su hermano mayor, el Ingeniero Felipe Solari Swayne, procedente de la ciudad Capital, recaló el 21 de Octubre de 1955, un desconocido psicólogo académico y fervoroso dramaturgo por afición, que respondía al nombre de Enrique Solari Swayne. Su especial sensibilidad, de la que, tras conquistar la fama, daría prueba genuina, fue conmovida por las extremas condiciones de trabajo y la arisca e intimidante geodinámica de esas favorecidas comarcas. Las huellas, la magnificencia y la majestad del Cañón y el Río, le confirmaron los relatos de los reiterados aluviones y deslizamientos que, con el agua, las rocas y el fango, trajeron aparejadas tragedia, dolor y muerte. Fue tanta la impresión que las gentes y los elementos le causaron, que allí nació su obra cumbre: “COLLACOCHA”. Drama que con ese título condensa la impresión que le produjeron los relatos de dichos eventos, como el del 13 de diciembre de 1941, cuando La laguna Palcacocha (4562 msnm), por erosión y debilitamiento de su dique natural, desembalsó sus aguas hacia Jircacocha, la otra laguna de la misma Quebrada Cojup, que se encontraba a 400 msnm más abajo, rindiendo por la enorme presión, su dique de blando material aluviónico y precipitando doce millones de metros cúbicos de rocas y lodo, sobre la zona moderna de Huaraz, o el que para él estaba más fresco aún, el más reciente y cercano recuerdo, en 1950, cuando un fragmento del nevado Alpamayo, cayó a la laguna Jancarurish, provocando el aluvión de Los Cedros. Ambos, además de las víctimas fatales, habían ocasionado cuantiosos daños materiales a las instalaciones del ferrocarril Chimbote-Huallanca y el segundo, también a la Central Hidroeléctrica del Cañón del Pato.
El nombre de la obra testimonia su arduo a la vez que gratificante peregrinaje por el gran Cañón e inmediaciones. Muy cerca de la Quebrada del Río Quitaracsa, que vierte sus aguas al Río Santa, en la confluencia que da forma y vida a Huallanca y donde se ha emplazado la Casa de Fuerza de la Hidroeléctrica. En el origen de la Quebrada paralela, al pie del último pico nevado de la Cordillera Blanca, el imponente Champará, se encuentra la hermosa laguna de COYLLURCOCHA, que afluye sus aguas en el mismo gran río, a través del importante y torrentoso Coronguillo, luego de bordear la fecunda y fragante Yuramarca, el Huerto del Callejón de Huaylas.
ESTACION HUARAZ
Para tener al alcance de la mano el teatro de los hechos, hacia finales de 1955 y comienzos del 56, Enrique Solari Swayne se radicó en Huaraz. Desde la ventana del Hotel España, donde se hospedaba, divisaba en primer plano, la espléndida Plaza de Armas, siempre radiante en las mañanas, inclusive en el tiempo lluvioso y afable y tibia, además, en las tardes estivales. Y al fondo, el incomparable paisaje que delineaba la ubérrima campiña con su característica arboleda de espigados eucaliptos, que remataba en la majestad de los hermosos picos nevados, presididos por el soberbio Huascarán. Allí cinceló y le dio el acabado final a su monumental COLLACOCHA, que vería la luz en Lima el año de 1956, con la primera representación a cargo de la AAA, Asociación de Artistas Aficionados, dirigida por Ricardo Roca Rey y con la actuación del estupendo actor arequipeño Luis Alvarez, en el papel protagónico del Ingeniero Echecopar.
La línea de pensamiento del célebre escritor, lo coloca entre los más lúcidos e intrépidos intelectuales de nuestra era. El mensaje de sus obras es de un pragmatismo humanista, en Collacocha por ejemplo, la trama nos presenta a un obstinado e idealista Ingeniero que desafía y vence a los elementos, abriendo una carretera bajo las más severas circunstancias, pero no como entre nosotros es una constante, con los ya típicos propósitos de los interesados que exigen al Estado, la financiación de una vía, que les facilite el acceso a una fuente de riqueza, sino para que por ella llegue el progreso y la prosperidad para todos. Su visión es altruista pero muy poco digestible, pues la lucha por el bien común no es comercial, no se vende tan bien como la invocación de capitales e inversionistas extranjeros, que traigan “progreso” y “trabajo”, narcóticos con los que nos duermen en tanto cargan con todo lo valioso que tenemos o aún nos queda. Solari Swayne procedía de una acomodada familia limeña, que tenía entre sus ascendientes a gobernantes, embajadores, funcionarios, taurómacos y adeptos de artes o industrias de género más bien frívolo, aunque en descargo también los tuvo de trabajo trascendente y valioso, como el de su hermano Felipe o su hermana María Virginia, empero por decisión propia y la de su esposa Gertrudis Braunsberger, adoptó como centro de sus actividades el Distrito de San Juan de Lurigancho, donde fijó su hogar y donde yacen los restos de ambos, aguardando post mortem el rescate, los honores y las distinciones que aún les adeudamos.

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