LA TRAGEDIA DE CONDOR CERRO

domingo, 8 de noviembre de 2015

Ancash Huaraz, Yungay, terremoto del 31 de mayo de 1970




ESTUPENDA INTERPRETACION DEL HERMOSO Y CLASICO VALS DEL MUSICO HUARACINO JULIO ARGUEDAS



EL DIA QUE MURIO HUARAZ




Hacía varias semanas que no llovía y esa tarde, chirapeó* sobre los millares de adobes tumbados por los rizos de ocho grados Richter mas letales que hayamos visto los que seguíamos respirando el tizne polvo levitado y los que ya no podían hacerlo; repentinamente inmolados, inicuamente. El dolor y el espanto causados por el zarandeo telúrico, nos impedían degustar la fragancia de tierra recién mojada, tan familiar y tan grata en otras circunstancias. Nos atenazaban del cogote, el horror de las imágenes y los desgarradores gritos de auxilio ahogados de uno en uno por la furia desencadenada de la materia. Y esa lobreguez se entoldó nigérrima por la noche que, llegó sin luna y sin estrellas, densa, pesada, asfixiante.

Tío Antuco logró rescatar de la devastación, algunas frazadas, una linterna de pilas y un radio transistor. No comimos, no teníamos hambre ni tampoco había comida. Era nuestro primer terremoto y sin embargo ¿Quién les indicó a Papá y a los otros mayores, como era que debíamos comportarnos ante esa  situación, tan imprevista y alevosa? Para infundirnos calor y ánimos, nos juntaron a todos en una covacha de trapos, calaminas y palos, a la que bautizamos con el nombre de Carpa. Javico se hizo dueño del receptor de radio y buscaba afanosamente  “Ovación” de Pocho Rospigliosi, pero no aparecía ninguna emisora,  porque el aparato era sólo de onda media y las Radios Huaraz y Huascarán habían sido arrasadas. Sin embargo no se daba por vencido.
 Tras una retahíla de bufidos, estridencias, estallidos, para nosotros indescifrables, mamá exclamó:
- ¡Es Radio La Crónica !  está dando el Derecho de nacer –reconociendo en esas señales la famosa radionovela mejicana.
- Lo que trato de encontrar es  “Ovación” de Pocho Rospigliosi – dijo Javico – pero es una señal muy débil, este radio no la agarra, no tiene onda corta.
Era fiel a su pasión, a pesar de la desolación, la congoja y el miedo que nos enrollaban como capas de  pionono; tenía muy presente que a eso de las tres de la tarde se habían enfrentado en el estadio Azteca, las selecciones de fútbol de Méjico y la URSS, inaugurando la novena edición del torneo mundial de la FIFA, en la que también participaba Perú con la mejor Selección de su historia. Cubillas, Sotil, Challe y Chumpitaz, estaban entre la constelación de estrellas. El Match se disputó en la sede del Distrito Federal y a Javico le carcomía la curiosidad por saber el resultado.  
La única certidumbre, más bien desalentadora, que el radio nos proporcionaba hasta ese momento, era que en Lima la vida continuaba con normalidad. 
Pertinaz Javico sin embargo, no cejaba en su búsqueda, fue cuando el pequeño receptor chasqueó, como si se hubiera apagado y encendido sólo, sorprendiéndonos con un mensaje vital, nítido, que resonó más en nuestro corazón que en los oídos:
- ¡¡ Atenciooón, Lima,Lima,Lima,Lima, Huaráaaaz, Cambio !! –
 Tras dos minutos de silencio sepulcral, volvió a escucharse la exhortación:
- ¡¡ Atención, Lima.Lima,Lima…….. !!
Javico encontró el mismo SOS  (abreviatura de: ¡ Sálvennos O Sepúltennos!), en cinco frecuencias diferentes.
- ¡ Que me parta un rayo si ése no es Cochachin ! – explotó jubiloso Tío Chico, el parlanchín que hasta entonces había permanecido mudo.   
          - ¿ Quien ? – preguntamos en coro, induciendo la atención hasta de los más pequeños, que interrumpiendo su gimoteo se interesaron vivamente.
          - ¡ Cocháachin puées ! el operador de radio de la Corporación.
          Se refería a su amigo Genaro Cochachin  de la Corporación Peruana del Santa que muy cerca, en la casa que alquilaba a tío Santiago, tenía la Division de Glaciología y Control de Lagunas donde se emplazaba el potente transmisor multibandas. El alborozo de Tío Chico nos bañó con un mediatizado, gozoso pero tibio vaho de esperanza.
          - ¡¡ Atenciooón, Lima,Lima,Lima,Lima, Huaráaaaz, Cambio !! ……y el mismo exasperante, apelmazado y lúgubre  silencio después.
          Con ese enloquecedor remesón, era seguro que las redes de la luz eléctrica, del agua potable, del teléfono y el telégrafo estarían totalmente averiados y los deslizamientos y derrumbes habrían interrumpido las carreteras. En el extrañamente frío viento, en el inescrutable silencio, en la honda e inabarcable pena por los miles de mártires, se atufaba o intuía un aislamiento total, pero sobre todo, en la pastosa polvareda que obturaba los conductos de aire y de supervivencia.  Era imperativo, de vida o muerte, hacer saber al mundo que en este bello e imponente, pero extremadamente fatídico rincón del Perú, una hecatombe había cobrado incontables  vidas, de inocentes y pecadores, de cristianos y gentiles.
          -¡¡ Atencióon, Lima, Lima, Lima….. -  era a un tiempo, un factor de zozobra y un bálsamo para el espíritu, nos guiaba en el tiempo y apuntalaba nuestro obstinado instinto cenestésico. Cochachin, lanzaba al éter, cada dos minutos el lastimero llamado a cualquier parte, a quien quiera que sea que escuchara la imploración de socorro.
          No dormíamos, no queríamos, no hubiéramos podido hacerlo aún si lo hubiésemos deseado; las réplicas se sucedían con una frecuencia aterradora.
         
               - ¡Otra vez. Ahí está, otra vez! -  con sofocada voz, como gemidos, las registraban las devotas tías Adela, Zoila y Margarita. Con una salva de roncos, exhaustos y acezados lloriqueos, Reinaldito, Shésha y Dominguito, que eran los más chicos. Y los adultos varones, todos con silencio y coraje, camuflando su pánico. Confiábamos, nos guarecíamos en su fortaleza, siempre nos habían  protegido, pero ante la inabarcable, indescifrable e imprevisible fuerza desbocada de la naturaleza; se alejaban de nosotros. Desconcertados, asustados y empequeñecidos, escudriñaban los confines, en busca de un protector más poderoso. No era tan fácil para ellos como para las piadosas mujeres que se hincaban de rodillas e imploraban al cielo; a ese cielo prieto y denso.
          - ¡ Perdónanos Señor de la Soledad, aplaca tu ira Señor !
          Poco antes de la medianoche, atinó a llegar por esos rincones, Rogelio Maguiña. Como un niño desamparado y desorientado buscaba un regazo donde descargar su extremo dolor, insondable, inédito. Se abrazó a papá y en su pecho, secretó torrentosos, los ríos de sangre que traía embalsados en su alma angustiada y aterrorizada.
           - ¡ Lo he perdido todo!¡ No pude salvarlos ¡¡ Es mi culpa Moshico!
          - No Rogelio, no es tu culpa, todos hemos perdido a alguien - lo confortaba papá,  reprimiendo las lágrimas por su mamá que, ante la estupefacción del Ichik Ollk’o* y los otros gringos nibelungos, también amedrentados y atónitos, se elevó al cielo cinco minutos después del remezón, desde Paccha, el sinuoso y pendiente paso al nivel que era antesala del Río Mágico. El plúmbeo y compacto nubarrón de tierra le abrió paso. Al vernos llorando, ella nos sonrió y se despidió con una mirada tierna y benevolente. El Blanco, el Negro y el Shapincco, sus queridos jumentos fungieron de séquito. Dotados de entendimiento desde que dejaron de ser asnos para convertirse en astros de la farándula carnestolenda del barrio del Centenario, inteligentemente optaron por ir tras ella, pues así se aseguraban de no perder la alfalfa enterciada que se  llevaba en su jáku*.
         
Tío Simón le sirvió un café chico a Don Rogelio, comprobando previamente, con el consabido riego del piso de tierra, si el agua había hervido 
- ¡ Brooom ¡ - sonó bronco, profundo el chorro y Tío asintió con la cabeza.
Don Rogelio aceptó, agradeciéndolo al parecer de corazón y elogió la tisana, que tío Emilio y tío Simón tenían caliente, con blancas astillas de eucalipto y en fogón de piedras de granito.
 De todos modos, a mí no se me cocinaba que ese señor fuera el mismo que aquél, que tras su retorno de Lima, donde decía que estudió Ingeniería, instaló en la plaza de Armas su negocio de bártulos, ropa y algunos otros cachivaches; aquél que por pueril vanidad o por lo que fuera, desairaba, amigos y  condiscípulos del famoso "Centro de abajo", la escuela de Don Apolonio Cáceres, donde también estudiaron mi padre y sus hermanos. Simulando no conocerlos, los eludía desde el saludo. Yo lo destestaba, quizás por mi todavía incipiente entendimiento infantil, lo juzgaba frívolo, taimado o insensible.
Se puso el poncho que le ofreció tío Simón y se quedó con nosotros en espera del alba. Su relato de lo ocurrido en el antiguo Centro era, simplemente espeluznante:
Valentín su hijo mayor, partió en la madrugada, de paseo con su promoción a Yungay. El como todos los domingos, no abrió su negocio. La Sra.Peana su esposa (esa famosa y cargante regordeta de las pañoletas fucsia y el acento italiano) e Ivana su hija (la niña de sus ojos), se quedaron con él, en su casa del Jr. Sucre
Más o menos desde una hora antes al sismo, como habitualmente ocurría un domingo sí y otro también, llegó a hacer sobremesa a puerta cerrada en el restaurante de su vecino y amigo, el pequeño Pompeyo Martel. Empezaron brindando por la felicidad y la alegría de vivir, con mulitas de pisco Italia de Poblete, mientras. jugaban al sapo
El señor Guillermo Mendiola, don Vicente Estremadoyro, don Pancho Loli y el propio Pompeyo, que le llevaban ventaja en la libación, murieron felices; la antigua y pesada estructura de adobes de la casona de tres pisos, de paredes de casi un metro de ancho, los aplastó sobredosificados de alegría.
Rogelio, menos narcotizado, salió disparado eludiendo bloques y fragmentos en busca de su familia, pero no alcanzó a llegar a su casa: Un revoltijo de palos y adobes, le cerró el paso y algo lo golpeó en la cabeza. Cuando volvió en sí, a duras penas pudo librarse de los materiales que entrecruzados, lo aprisionaron y golpearon, pero que le habían salvado la vida. El soleado día se había vuelto noche. La oscura y tupida polvareda le obstaculizaba ver y respirar pero sí escuchaba en su derredor, una horrísona escolanía de imploraciones al cielo y al prójimo. Ninguno se compadecía, estaban todos, muy ocupados en su propia supervivencia y la de los suyos.

- ¡¡ No pude hacer nada Moshi, Chico, Shimuco, Antuco, Emicho, Pellín !! – se quebró nuevamente el señor Maguiña.
- Ya no te tortures más Rogelio, estas cosas quién sabe porqué ocurren, son cosas de Dios, son sus designios - trataban de calmarlo palmeándole la espalda: Papá y tío Pedro que, acababa de llegar y sereno, los acompañó también con un cafecito.
          El devenir histórico parecía haber caído en un hueco negro, o algo más incomprensible aún. El alba no llegaba, se estaba prolongando demasiado la noche y la exasperación de los niños comenzaba a expandirse también a los mayores.
          - ¡¡ Atención, Lima,Lima,Lima,Lima, Huaráaz, Cambio !! – y el traumatizante silencio después del llamado, empeoraba el frágil y veleidoso estado de ánimo.
          - ¡¡Otra vez, otra vez!!–
              La enésima réplica y la automática prosternación.
          - ¡¡ Ampáranos Señor de la Soledad, Mamita del Perpetuo Socorro, protégenos!!
          Afortunadamente los pájaros, mensajeros del cielo; sí estaban en su puesto de guardia y el entrañable yuquis* que saludaba el nuevo amanecer todas las mañanas, aunque empolvado, declaró inaugurada la aurora y dio paso al coro de pichizankas, tejáchos, chihuillos, jilgueritos y santarrositas*.
La vida continuaba, pero emergía ahora con un extraño atavío. Amaneció como siempre  pero sin sol; la terrosa bruma no se disipaba y la penumbra nos desorientaba. No había que ir a trabajar ni a estudiar. ¿Que haríamos entonces, nosotros los niños y púberes, si la tristeza y esa especie de anomia, que dimanaba del caos y la perplejidad, nos impedía también jugar?

             Serían como las once de la mañana, porque al tiempo ni el peor cataclismo lo detiene, era imposible calcular la hora con esa nube cobriza por encima nuestro, La resuelta tía Dorila, que había llegado para organizar el restablecimiento de la cordura y la actividad útil y eficaz, resondraba a tío Chico, que no integraba ningún frente de resistencia a la desgracia y quería pasársela de cantor criollo.… Fue cuando el  invencible Cocháchin,  que porfiaba y porfiaba con sus llamados, desencadenó el desaforado llanto universal.
          - ¡¡ Atencióon, Lima,Lima,Lima,Lima, Huaraaaz, Caambio !! ….¡¡¡ 
          ---¡¡¡¡huiiii… Aquí Radio El Soool…huiiii…ma, Perúú…huiiii… adelante Huaraz…cambio !! -  
          ¡¡Y todos nos arrodillamos en el piso de tierra!!
          Lo que realmente ocurrió, es que nos desplomamos de la emoción. Después de tanta persistencia con certeza y fe, por fin alguien, en el lado de la vida y la salvación, escuchó al indomable Cocháchin.
         

En la mañana del Martes, llegaron dos Hércules de la División Aerotransportada. Dieron tres vueltas alrededor de los escombros y en la cuarta, en la pampa de Huánchac, liberaron rosarios de medusas, como truchas en desove. Eran los heroicos paracaidistas que tenían como misión frenar el pillaje en el Centro de Huaraz, el área mas afectada.
Subimos a cerro traviesa con Quique y otros rapazuelos, a todo lo que daban nuestros pulmones y en diez minutos coronamos la meseta que, normalmente estaba a media hora de camino. Alcanzamos a ayudar a varios de ellos con su pesadísima “reserva” y los bultos que traían. El primero fue un efectivo, moreno, atlético y alto; que se presentó al tiempo que nos obsequiaba galletas y pescado frito envasado al vacío.
          - Soy el suboficial de segunda Iván Boceta muchachos - y sonriente, nos apretó fuerte la mano a cada uno. No pudimos hacer lo mismo con Vicente Panduro que, al no lograr dominar los traicioneros vientos arremolinados y en cumplimiento del deber, ofrendó su vida estrellándose contra un eucalipto.
          Tras los primeros, llegó otro Hércules más grande y panzón. De él se desprendieron a gran velocidad una gran cantidad de bultos, eran galletas envueltas al granel en frazadas y diminutos paracaídas de los que pendían bolsas de pollo cocido, que habían iniciado ya su proceso de descomposición. Al tiempo que bajábamos con muchos pollos atados como alforjas a la espalda, galletas no porque, con el tremendo impacto al tocar tierra se habían hecho polvo, como lo hicimos tantas veces desde ese Mirador, contemplamos una vez más nuestro terruño y a través de la bruma, en esta ocasión no pudimos reconocerlo. Nos parecía un lugar extraño que nos infundía un temor inexplicable. Fue en ese momento que nos transitó como un escalofrío por la espalda, de la cabeza a los pies;  lo presentimos. Para nosotros, nuestra tierra había muerto de una vez y para siempre, ya nunca más sería nuestra.

                                                                                    Chanelo



BREVE VOCABULARIO
Quichki calle……………calle angosta
Chirapear……………….garúa, lluvia ligera
Ichic Ollk’o……………ser mitológico adoptado por la cosmogonía folklórica del Callejón. Gnomo
Yuquis, Pichizanca, tejacho, etc…nombres coloquiales de algunas aves canoras de la fauna doméstica.
Jáku…………………….manta de lana, algodón o yute, que sirve para transportar cosas sobre la espalda.

2 comentarios:

  1. ESPELUZNANTE RELATO DE LO QUE ACONTECIÓ EN NUESTRA TIERRA HACE 47 INOLVIDABLES AÑOS. LOS VERDADEROS HUARACINOS , A TRAVÉS DEL TIEMPO, NO PUDIMOS OLVIDARNOS DE ESA MALDITA HECATOMBE QUE SEPULTARA NUESTRO SUELO Y, LOS QUE NOS FUIMOS QUERIENDO O SIN QUERER, SEGUIMOS AGONIZANDO CON SUS RECUERDOS, BUUUUUUUUUU

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  2. En algun pasaje del excelente relato yo tambien estuve presente, como olvidar aquel 31 de mayo de 1970. Imborrable de nuestras memorias

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