Y EN CUANTO AL CEVICHE, CEBICHE O SEVICHE
La
gastronomía es arte y cultura, mas que mero oficio culinario y en el Perú
actual, aparentemente enderezado por las arterias del crecimiento económico y
el progreso social y cultural; se hace imperativo declarar fundamentadas, cuando
menos algunas de las banderas que blasonan esta buena coyuntura. El cebiche,
indiscutible confalonero de la irrupción de la cocina peruana en el mundo, es merituado
tópico en este afán. Lo que prosigue, en el presente texto, es el desarrollo
del proceso con arreglo al cual, legítimamente se infunde corporeidad a este
aforismo.
LOS ADITAMENTOS EXTERMINAN AL
CEBICHE
EL Cebiche esencial está
conformado por 6 ingredientes genéricos y excluyentes: Pescado fresco, sal,
limón sutil, cebolla morada, ají limo y sazón criolla. Nacido en la Costa norte
en tiempos pre-incas, se fue adecuando a la totalidad del territorio nacional, trasponiendo
sus fronteras.
Es de facto exclusivo, aunque
sutilmente es verdad, de la malthusianamente densa Lima mestiza. Fenómeno que
explica la cerrada exégesis, más bien de su ortodoxia que de su esencialidad. A este respecto es
oportuna la participación del inspirado cocinero de culto, Javier Wong quien estipula
que los añadidos no desnaturalizan al cebiche; lo inmolan para resurgir en
propuestas diferentes que él las cataloga como “platos crudos”.Y el maestro tiene
suficiente autoridad y jerarquía, porque además, ha sido considerado como el
mejor cebichero del mundo por el equipo de gastronomía de la prestigiosa
revista inglesa “The Observer”.
ETIOLOGIA DEL CEBICHE
El Pacífico y sus
corrientes submarinas, tienen un rol protagónico en su genealogía. Sólo con la
gran variedad y abundancia de pejes de la Costa peruana (más de 600 especies en
la actualidad) podía concebirse un potaje tan peculiar, como el cebiche. El
canicular clima de Chulucanas, Sullana o Tambogrande, donde se da como en
ningún otro lugar, el insustituible limón sutil, capaz de marinar al más
pintado lenguado en cuestión de segundos; es coprotagonista.
En cuanto a la etimología y el linaje del cebiche,
abundan las teorías y los sofismas: que van desde las mas o menos eruditas,
pasando por las mas o menos sofisticadas, hasta las meramente cantinflescas. Como
suele ocurrir muy a menudo, los hechos están frente a nuestras narices pero,
por un escozor de originalidad, por egotismo intelectual, por vislumbre de genialidad o por simple y
ramplón chauvinismo; hurgamos hasta debajo de las piedras, para encontrar la
presencia que vocifera frente a nuestro
entrecejo.
El sabio huanuqueño Javier Pulgar Vidal, entre sus
muchas indagaciones halló, la cuna etimológica del cebiche en la palabra quechua
“siwichi” (pescado fresco o pescado tierno) que, como casi todas las voces de
este origen evolucionó al influjo de factores externos como el coloniaje
español y las olas inmigratorias. Observó asimismo que las esclavas moras,
traídas por los ibéricos, contribuyeron con la evolución del nombre y la
preparación a través del “sibech”, plato que elaboraban con limones o naranjas
agrias.
Existen documentadas señas
del mas antiguo cebiche; en restos de pescado curtidos con jugo de tumbo o
purush (Passiflora tripartita variedad Mollisima) y maracuyá (Passiflora
edulis), dentro de tumbas de momias de la Cultura Mochica, con una antigüedad
de 2000 años ¡Nada menos! Se trata del colofón
de una consistente y ponderada investigación.
EL CRIOLLISMO
Y EL CEBICHE
FISIOLOGIA DEL CRIOLLISMO.- La voz del silencio es bella. Sin embargo no
puede apreciársela de buenas a primeras. Requiere de una preparación previa; para
comenzar: una especial contextura espiritual, facilitaría las cosas.
Es más factible captar la
estética del silencio yuxtapuesto a los sonidos. Los músicos la nominan síncopa
a contratiempo. Su uso es típico en la música criolla peruana que es arte de la
Costa y en rigor de Lima. Es el sello indeleble de la influencia africana en su
configuración.
El mestizo limeño, responsable
de la música, el arte y en general de la cultura criolla; es un cholo mas o
menos azambado, mas o menos blanco o mas o menos achinado; es el sincretismo de
todas las estirpes que troquelaron su faz e idiosincrasia. Esta última, deja ver su cimentación en dos
pilares históricos, taxativos, derivado el uno del otro:
1.- La Cosmovisión
afro-peruana que, en cuanto criollismo, relega a las demás influencias gracias
a su genética extraversion y a sus naturales tendencias al ritmo, la armonía y
la síntesis.
2.- El temor o celo por el
enigmático mestizo andino, al que el cadencioso exiliado, nunca pudo ponerlo de
su parte. Este fenómeno adquiere carta de ciudadanía en el miedo cerval a toda
manifestación de la Cordillera.
Gracias a esta tradicional
fobia; en el Perú, “serrano” dejó de ser el gentilicio del hombre o mujer
oriundos de los Andes para constituirse en el emblema de la segregación mas grotesca,
absurda y a veces lacerante, que puedan haberlos afectado en la prolongada
historia de opresión y abuso: la discriminación propiciada por los propios afines
nacidos en el litoral.
Aparentemente, y solo
aparentemente las cosas van cambiando con el tiempo. El cambio en un fenómeno
se registra cuando la esencia es la que muta y lo que podemos reconocer, en
este proceso, es más bien una evolución de las formas. La cultura “chicha” y el
“achoramiento” verbigracia, son el perihelio que la contraofensiva serrana ha
logrado tras muchos años. Mimetizándose ha minimizado distancias pero no las ha
disuelto.
Observemos y convengamos,
por otra parte, que una disolución se encuadra en la categoría de las más
románticas quimeras, puesto que todos los procesos sociales y culturales se
inscriben como factualmente cinéticos y entrañan en su sustancia, una compleja
dinámica de sinergias que no puede tener lugar, sin la convergencia irrefragable,
de dos principales factores inconciliables, antitéticos. Disolución es muerte
en tanto que la cultura es vida, evolución, movimiento constante.
Tanto la música criolla
como la cultura criolla en general, en la que se inserta la culinaria criolla
son: la exteriorización del espíritu vivaracho, dicharachero y cunda, de esa
decantación de sangres que, como en el caribe, fructificó en el tropical mestizo
de junto a la mar brava, con ‘swing y saoco’. Y se yerguen además, como el
palmario testimonio de que se puede edificar también, belleza rítmica y
saporífera en clave de Morse. Ahora bien, el uso de los silencios para ocupar
virtualmente el lugar de notas musicales, no es heredad exclusiva del
criollismo peruano. También nos deleitan en las bellas melodías de nuestra
América, donde es patente la influencia africana. Así: cubanos, puertorriqueños, dominicanos o jamaiquinos los
utilizan muy diestramente, lo mismo que
los negros estadounidenses, sobre todo en los originarios Jazz y Blues (que
mejor ejemplo que el increíble improvisador Louis ‘Satchmo’ Armstrong) y cuyas
secuelas posteriores, digamos de paso, infectadas de mercantilismo, efluyen atropellando
todo criterio estético. Dicho esto constructivamente; desde luego.
En cuanto a nuestro Perú,
creo no equivocarme si afirmo que, nadie para usarlos tan magistralmente como
Don Oscar Avilés. Es muy ilustrativa la
antológica introducción y acompañamiento del “José Antonio” cantando la propia
Chabuca Granda o asimismo “Olga” de Pablo Casas Padilla y con la portentosa voz
de Arturo “Zambo” Cavero. La experiencia de escuchar a la primera guitarra criolla
del Perú y degustar un buen cebiche se me antoja, una y la misma cosa.
ANDES, SINCOPA Y CEBICHE
Los serranos, de la misma
manera que no podemos digerir el prurito de ahorrar esfuerzo al interpolar
mutismos entre sonoridades, tampoco entendemos porque al cebiche no se le puede
perfeccionar con papas, lechuga, apio, culantro, tomates y chochos.
Nuestra óptica la graficó
lúcidamente la Dra. María Reiche Neumann, en una entrevista para un canal
televisivo, un 31 de octubre; día de la canción criolla, cuando a la pregunta
de si gustaba de esa música ella, mujer de ciencia, de respuestas precisas, prescindiendo de
diplomacias, contestó que prefería la música andina. Y cuando, volviendo a la
carga la entrevistadora inquirió por la razón o razones de tal preferencia, la célebre
“Princesa de Nazca” respondió que la música
de la Costa es propia de las gentes que dejan las cosas a medio hacer.
La Dra. Reiche, natural de
Dresden Alemania, nació para el Perú en el Cuzco. Según cuenta
autobiográficamente, la gente y el paisaje serranos, la deslumbraron. Fueron su
punto de partida. Los hieráticos Andes la ahijaron y ella les pagó, adoptándolos
como su lugar de origen. Con enriquecedoras vivencias como ella misma lo afirma,
descifró el quid del alma andina, conoció su idiosincrasia, su filosofía de la
vida, sus inquietudes y limitaciones. Su espíritu se desposó con el alma sencilla,
leal y desconfiada del hombre de altura y se simbiotizó con la propia Patza
máma. Quizás nunca lo quiso y tal vez
nunca lo supo pero fue esto mismo, lo que le impidió adentrarse en el meollo
del pueblo costero en general y limeño en particular. Con certidumbre, sospechamos
que tampoco el cebiche la entusiasmaba mucho. Este atípico camino de trocar pertinentemente
la Cordillera por el Llano, sí tuvieron que hacerlo, el “Carreta Pérez” de
Huaraz , Adalberto Oré Lara de Pallasca o la propia Chabuca Granda de Cotabambas,
y en la lista también puede incluirse a Pepe Torres de Gorgor, Rafael Amaranto
de Coina y Polo Campos de Apurímac.
PATRON PARA UNA EDIFICANTE PROPUESTA CIVICA O QUIJOTESCA
El cebiche más que un
plato es un símbolo del pacto entre la particular y generosa naturaleza del
litoral peruano y el espíritu cunda, egocentrista, exclusivista del criollo, fundamentalmente limeño, para el cual lo capitalino
es lo válido, lo ecuménico, lo representativo; lo demás es provinciano, de
índole menor, deleznable. Afortunadamente estas aguzadas aristas de su enfoque,
se atenúan y hasta desaparecen con la culturización y la educación; quedando, por
fortuna, como sedimento valioso: su ‘chispa’ y su espíritu vital, jaranero,
virtuosamente sinóptico, compendiador:
Como el cebiche y el sincopado, el yeísmo es un rasgo
distintivo de la personalidad del mestizo costeño. Son sus características, no
defectos por corregir. Son la rúbrica que los diferencia y distingue. Son su
identidad.
Es muy natural y legítimo
que los defiendan ante el acoso de algunos serranos instruidos, que
inconscientes de su enorme peso, se resarcen desnaturalizándolos persistentemente;
mofándose de su ineptitud para pronunciar la elle por ejemplo.
El cebiche nació libre
pero evolucionó, creemos que para bien, hacia una dolorosa hiperestesia al que
la más leve oscilación lo extermina. No quedando más alternativa que para comer
uno real y apodíctico hay que estar físicamente en Lima, nódulo en el que confluyen
las elementalidades.
Irremisiblemente somos, un país cromático, con estribaciones
de múltiples etnias y naciones, autóctonas e inmigrantes, confinados en una
caprichosa demarcación a la que con terca insistencia queremos uniformizar,
asignándole una identidad que no es plausible, porque sencillamente, hemos
sedimentado en varias identidades.
No se puede generalizar
como: “Música peruana” por ejm. unicamente, a la expresión criolla de la Costa
o a la creación musical andina exclusivamente. Es conminación determinista, tenemos
que vivir en armonía, respetándonos y tolerándonos mutuamente. Cada quien es como es y nadie tiene derecho a
desautorizar su manera de ser, de sentir, de pensar; mientras no atente contra
los derechos del otro. Aquí es donde cobra tangibilidad, la noción de
coexistencia. El intento de “integración” cultural o artística es una falacia.
Las “fusiones” o amalgamas son sólo el gesto del abuso de un grupo en perjuicio
de otro y los resultados como es natural, son extravíos, reverendos disparates..
El criollismo transita su
propia Vía crucis. Con antecedentes desde épocas virreynales, tras su
decantación y con su máximo afelio a mediados del siglo pasado, en los que
influyó en el arte y la cultura de toda nuestra América hispano-parlante. (La
Cueca y la Samba y otros géneros más, son buenos ejemplos) y esta impronta se
rastrea aún en otros países mas alejados como Méjico: de tan vasta y arraigada
tradición musical mestiza, al que de carambola llegó la “Chilena”, derivación
de la zamacueca; se ha ido recogiendo y refugiando en círculos cada vez mas
pequeños, pero muy activos a los que se les denomina “Peñas criollas”. Es a
éstas, principalmente, a quienes debemos la conservación del arte, la cultura y
la gastronomía criollos, que hoy con el cebiche como portaestandarte, nos
lanzan con renovados bríos a una inédita y confiamos perdurable toma del mundo.
La conquista por el sabor, como gusta decir Gastón Acurio Jaramillo. Objetivo
en el que se han dado grandes pasos; los mas importantes. Pero los definitivos
dependerán de la férrea unidad de los peruanos, cohesión que debe emerger como
la sorprendente, fresca y original unaniminidad de lo heterogéneo, de lo dispar
que puede converger en un objetivo común. Unidad en la diversidad, como se
pregona con insistencia y tino.
Sabia la definición de
José María Arguedas, al catalogar al Perú como un país de todas las sangres y
sabia la constatación del cósmico César Abraham Vallejo Mendoza cuando clamaba:
¡Hay hermanos, muchísimo que hacer ! … Alguna vez tendremos que hacerlo. ¿Porqué
no empezar ahora que parece muy oportuno?
Chanelo
Chanelo
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