Paloma
San Basilio es una bellísima mujer y además canta. Anoche, revisando algunos
antiguos video-cassettes que guardo desde mi mozalbitud, encontré uno en cuya
carátula está ella ataviada de diosa o de reina, no sabría distinguir en cual
de sus ocupaciones se encontraba cuando le robaron esa vista. Es la ilustración
de la canción que creo, la marcó y la identificará de por vida: “No llores por
mí Argentina” del hermoso musical “Evita”, cuyos autores: Andrew Lloyd Webber
de la música y Tim Rice de la letra se inspiraron en el conmovedor y apasionado
discurso que, desde uno de los balcones de la Casa rosada, pronunció Eva Duarte
de Perón en 1946, tras entronizarse como “Primera Dama” de la Nación Argentina.
La
interpretación de Paloma es, en mi opinión, fidedigna, suculenta y
estremecedora; monumental, si se me exige un solo vocablo. La escuchaba y veíala
vivir ese crucial momento de los descamisados argentinos que con santo fulgor
en sus ojos, depositaban su esperanza –quien sabe la última esperanza - en aquella
mujer que, como ellos fue parida por el arrabal o las villas miseria y ahora
detentaba el poder. El General tenía un gran corazón y había sido elegido para
manejar a la Nación y Evita mandaba en el corazón de Juan Domingo Perón.
Enternecedora percepción que solo sirvió para la fotografía y para el recuerdo
en color sepia.
En esa magistral presentación, Paloma solloza
genuinamente conmovida y en ese trance, siento que a mí también se me inundan
los ojos. ¿Es por Paloma, por Evita y por Perón y los descamisados?. En homenaje
a la verdad, es por aquel justicialismo que yo conocí a través de las
emocionadas palabras de mi padre, que le encontraba íntimo parentesco con el Frente Unico de Trabajadores manuales
e intelectuales creado en el Perú por Haya de la Torre. Eso no estaba muy lejos
del acierto; siempre o casi siempre, los países de nuestra América, como suelen
denominarla los políticos con algún tinte rebelde y que a mí me gusta por su
sonoridad, han transitado por períodos simultáneos de dictaduras o de
tolerancia y apertura y de movimientos de reformas, de confusión o anarquía.
Obviamente
no era esa la lectura de mi padre, el aprismo era el justicialismo del Perú. No
tenían una Evita de inflamantes discursos, pero tenían a Víctor Raúl que
henchía de orgullo sus corazones militantes. El héroe del justicialismo estaba
vivo, Perón insuflaba coraje a los descamisados en la desigual confrontación
con el monstruo imperialista, los del aprismo auroral, eran numerosos pero
estaban muertos. Las revoluciones de Trujillo y Huaraz en 1932; les dejaron
héroes sempiternos: Búfalo Barreto y los 42 ejecutados en la oscura madrugada
de la víspera de las fiestas patrias en la ciudadela de Chan Chan y el 4 de
Agosto en Huaraz, el Mayor López Mindreau, el Teniente Inocencio Soto, el cabo
Alberto Torres, el español Juan Alonso y Carlos Philips, joven médico que
inmortalizó la frase: “Dios salvará mi alma y sólo el aprismo salvará al Perú”.
Entre
los mas queridos tesoros, guardo una foto de mi padre Abdías Sifuentes Guío
sentado en el guardafangos de una camioneta Chevrolet del 50 que- hoy es una
clásica: la camioneta y la foto; en cuya tolva se ve a Víctor Raúl saludando
con los brazos en alto, a sus prosélitos y simpatizantes y que mi papá mostraba dándose sus ínfulas. Quería a
su partido y a su líder como si se tratara de su familia y su propio padre. Los
conceptuaba auténticamente revolucionarios, honestos y apasionados, como lo era
él mismo. Yo sentí mucho la desaparición de Haya de la Torre, porque solo dos
veces vi llorar a mi padre: Una, cuando en el sismo del 70 falleció su mamá y otra;
cuando ocurrió la muerte del lider del Apra. Me conmovió su devoción tan pura y
su cariño auténtico. Se fue también él y por él son las lágrimas. De todas maneras es un consuelo que haya
partido antes de ver en lo que ha quedado convertido su querido partido. Mil
veces hubiera preferido equivocarme al vaticinarle este funesto final a la
maquinaria que puso en marcha Víctor Raúl Haya de la Torre, cuando nuestra
charla se deslizaba por los embrollados vericuetos de la política.
Escribo
esto para los que quieran leerlo, pero sobre todo es mi homenaje al hombre
cabal, hijo cariñoso, esposo ejemplar, padre abnegado y apasionado militante de las ideas limpias y de las luchas justas: A Severino Abdías Sifuentes Guío.
Chanelo
Chanelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario