La que hoy día es la calle que une Patay con Nicrupampa, el Jr. Los Libertadores y su prolongación Daniel Villayzán existía entonces solo por pequeños tramos, y casi todas las calles transversales a la avenida Bolivar, denominada Confraternidad Internacional Oeste después del sismo de 1970, no eran ni proyectos. La avenida Bolívar era la vía más antigua que conectaba con el norte de Huaraz. La Av. Centenario se construyó después del aluvión de 1941 y se le denominaba hasta poco antes del cataclismo del 70: “La carretera”, en alusión a que era el medio que unía Huaraz con el Callejón. Y es que la historia de Patay se diluye en las leyendas de su origen y en un arcano muy remoto.
Con la acequia que de Nicrupampa
llegaba al Calvario, en la esquina de la Escuela Antonio Raimondi en Canapún, al
frente del actual local central de la UNASAM, donde se dividían las aguas para
Patay Quinuacocha y Virgenpampa; bajaba sincrónico un caminito que cuando lo
conocí, pasaba cerca de la casa de la Sra. Juana Granda y bordeando por detrás
la propiedad del Sr. Rivera, donde ahora es el “Puka ventana” negocio de
Richard Colonia Fitzcarrald, líder de los ”Turmanyé” quien se emparentó con los
herederos de la célebre pareja del descomedido huayno que hacía referencia a la
esquina de su vivienda y que a la sazón rezaba:
“ Celamarquéqui,
Tumpamarquéqui,
Sapcha Rivérapa punkunchó, Cuchi
Victóriapa láduncho”
Las cristalinas aguas y la rúa, continuaban por la propiedad de Don
Marcial Robles y el shauramino don Isidro Sánchez y a la altura de la capilla
de Patay, discurrían por entre las propiedades de Don Zenón Romero y el sastre
Loli: padre de Popy, Hugo y Coqui Loli, renombrados músicos de Patay; y seguían
bajando hasta el gran Río Santa.
En el
tiempo al que debo remitirme, por conveniencia de la anécdota
de la que tuve noticia por mención de los contemporáneos:
Unos tres años antes del fatídico alud del 13 de Diciembre de 1941, la
capillita, hacia la derecha en dirección del río, tenía la acequia y el
caminito colindante, hacia el frente, la plazuela de Patay, donde en las fiestas
de Septiembre, en improvisadas y entrañables ramadas de eucalipto, se servía el
famoso ponche huaracino y el infaltable picante de cuy y hacia su izquierda anejo: el pequeño potrero
donde se escenificaban las épicas
corridas de toros de la fiesta del Señor de Patay, donde nunca faltaban las
cornadas a los temerarios borrachitos, era de propiedad del abuelito Víctor
Sifuentes Cordero, normalmente sembrado de alfalfa. Se vio obligado a deshacerse
por sesenta soles de oro, en razón de que le urgía el dinero para comprar una
bicicleta. Exigencia de uno de sus hijos. Mis indagaciones aún no alcanzan a
determinar de cual de ellos se trataba.
Mucho
tiempo después, es decir en mi inquieta infancia, conocí todavía hasta cuatro
sitios por los que atravesaban las acequias de riego y los caminitos asociados en
dirección del río. Aparte de la mencionada, otra pasaba refrescando la finca de
Don Manuel Pagasa; una tercera que, bordeando “Ranra” de propiedad de Guillermo
Sifuentes Gonzáles, se internaba en el fundo de Estela Luna y más abajo de
Paccha; irrigaba las pertenencias de Don Simón López, papá de Juanita y Emilio
López Sifuentes y del famoso “Chinchu” Lucho Macedo, emparentado también porque
fue padre de Florencia Macedo Sifuentes. Y había una cuarta que luego de pasar
por “Shégua” y las propiedades de Don Samuel Paredes, hermano del famoso
político de izquierda: Saturnino Paredes y el fundo de Manuel Maguiña Carrión; llegaba
a Quinuacocha, aferrándose desde allí al último tramo existente del camino
viejo a Cancariaco y Baños, que debería
ser continuación de la Av. Bolívar, pero ésta viraba a la derecha para
encontrarse con la “Carretera”.
Allí en Quinuacocha, vivía y sembraba Don Pedro Hermoso, que no se
inmutaba de no hacerle ningún honor a su apellido. Con él, con Don Luciano
Guerrero, con don Rafael Campomanes y otros más de los cuales mi memoria tiene
indelebles sus imágenes, más no así sus nombres, nos trabábamos en discusiones
infinitas en las madrugadas porque a hurtadillas; nos robábamos recíprocamente
el agua de nuestras mitas. Ellos eran viejos con agallas y a mí me mandaba a
regar abuelita Ana Guío de Sifuentes
No
habían calles ni luz eléctrica, pero sabíamos ver en la oscuridad. Si hasta
jugábamos ardorosos partidos de fútbol en las tinieblas y nos trepábamos a los
capulíes y distinguíamos la fruta madura de la verde. Muchas veces de los árboles
salían “shiseando” despavoridas las lechuzas a las que interrumpíamos la
acechanza de sus presas.
Tiempos irrepetibles en los que, además de capulí, podíamos
hartarnos de purush, de tunas, de cerezas en los bordes de las cristalinas
acequias que, en esos tiempos cargaban limpia y fresca agua.
En la
era post-aluviónica y pre-sísmica, del Calvario aguas arriba, el camino
bordeaba el Instituto Industrial de Mujeres #
11, y pasaba por mítica fábrica
de cerveza Cebú, una de las mejores que se hayan producido en el Perú. El
técnico que contrató don Carlos Maguiña era un competente ingeniero químico
alemán, que sin embargo, no pudo resistir a la suculenta tentación de la Backus
y distorsionó la fórmula de la exitosa y espectacular malta, ocasionando una
catastrófica quiebra de la cervecería huaracina.
De allí el caminito entraba en un
Edén, era Nicrupampa, a diestra y siniestra se veían lindas chacras con
infinidad de flores de todos los colores y aromas. Las familias Minaya, Bravo, Broncano, etc., progresaban cultivándolas y comercializándolas
y eran por ello famosos. Este caminito
parecía desaparecer al llegar a la altura del nacimiento del Quillcay, es decir
en la unión de los ríos Auqui y Paria; abriéndose
en un panorámico oq’onal, pletórico de juncales y totoras, de tantos y tan
bellos matices glaucos, que semejaba la antesala del cielo. Pero no, después de
bordearlo escoltado por esbeltos eucaliptos, acercándose al molino de Don Fidel
Neglia, se bifurcaba y por la izquierda se enderezaba hacia Marián y por la
derecha, después de cruzar el puente sobre el Quillcay, reaparecía por Uckanán
entre yerbasantas y pedregales para encaminarse hacia el circunspecto Unchus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario