LA TRAGEDIA DE CONDOR CERRO

martes, 27 de febrero de 2018

EL PODER, LA CIENCIA, LA EDUCACION, LA TECNOLOGIA





CIENCIA Y EDUCACION  
Por paradójico que parezca, la historia del progreso de la Ciencia (entendida como saber científico) nos transmite y revela una curiosa eventualidad. Si bien es cierto que el patrón de su mayor desarrollo, se ha registrado en tiempos en los que sus intereses no colisionaban con los del poder establecido y entonces su devenir fue apacible y a velocidad de crucero, como discurren las aguas de los ríos, en los cursos de inadvertido declive. También no pocas veces, muchos de sus saltos hacia el desarrollo, sus propulsiones más relevantes, se han dado en períodos de confrontación, con fuerzas coyunturalmente mayores, en etapas de abierta declaración de hostilidades, contra el poder, la autoridad y sus intereses procreados y sacralizados, contra instituciones y doctrinas establecidas, filiaciones y tradiciones, firmemente arraigadas. En tiempos en los que, la inferioridad estratégica y la obturación de opciones, la ha empujado a la invención de pautas nuevas, a la caza de la calidad y el despliegue de la  imaginación, apremiándola a  la concurrencia de la mayor cantidad factible de fuerzas, al concurso de la cooperación, el  sacrificio y la búsqueda de alternativas. Este es un escenario de maniobras, obviamente complejo y duro, en consecuencia históricamente, ha  parido los apóstoles que ha requerido (Copérnico, Galileo Galilei, Nicola Tesla, entre un enjambre, muchas veces anónimo).
          Justo es también resaltar, que en no pocas veces, ha sido más bien auspiciada por el poder, por cuanto concordaban en un tramo de su proceso respectivo (la fabricación de la bomba atómica, la carrera espacial, son buenos ejemplos).   
          La contrastación empírica subraya y rubrica asimismo, el hecho, no por curioso menos decisivo, la suerte de la Ciencia, es la suerte de la Educación, penden de los vaivenes del poder.

          LA ILUSTRACION
Nuestros pensadores del “Siglo de las luces” (siglo XVIII) alumbraron ideas auténticamente revolucionarias. Para ellos, la educación, el conocimiento,  derrotarían a la ignorancia, la superstición y los despotismos. Después de un doloroso parto, eran los albores del capitalismo, que tras la toma de la Bastilla y el poder, ostentando en una pica la cabeza decapitada de Jacques de Flesselles, alcalde de París, cual ecuménico símbolo de desembalse de la ira popular, sepultaba y continuaba –superándolos- a los devenidos provectos e improductivos moldes medievales, feudales.
Debutaba el elenco, los personajes eran nuevos  y se estrenaba el tablado. Los objetivos de la Educación, en un escenario que no terminaba de acomodarse, eran la confrontación con los nuevos desafíos, la abolición democrática de la ignorancia y la desigualdad, porteando y espoleando, el derrumbe absoluto de las caducas estructuras; el cuestionamiento de todo. Estimulando la creación y la investigación, la consolidación de una nueva identidad, sobre la base de los conocimientos del pasado, pero en un plano inédito, fresco, superior. La cinegética del desarrollo propio, individual, con el mismo ímpetu que la búsqueda del de los demás.
Se transpiraba libertad, igualdad, fraternidad por todas las glándulas y el horizonte pintaba sugestivo. La luz de la razón redimiría a la humanidad de su propio aherrojamiento.

LA EDUCACION NUESTRA DE CADA DIA, DANOSLA HOY
          ¿Qué pasó, a donde fue a dar ese radiante derrotero de la Educación,  que por cotejo con el actual, deja sentir aún más su ausencia?
          Hoy la educación prácticamente no existe, lo que hay es adoctrinamiento, adiestramiento, en los roles que han de cumplir los individuos según el segmento social de su origen. Y esto que empezó siendo sutil, disimulado, es cada vez más explícito. A los educandos, se les emplaza en una suerte de brete, en el que la libertad de movimiento, consiste en solo acatar normas, rubricar parámetros y estructuras establecidas sin cuestionamientos. A los pudientes, se les alecciona en disponer, en dar órdenes y a los de extracción popular, se les receta la ilusión de la “superación” mediante el estudio, que al tiempo de no objetar nada y surtir de hormas establecidas, los habitúa a una erudición dérmica, que merodea en futilidades, instalando conocimientos de fachada, taxonómicos, despojados de la peligrosa profundidad y la aún más peligrosa creatividad, que les permitirían entender y manejar su entorno y su destino. Por los mismos móviles, la educación en los sectores desposeídos, se prescribe a cuentagotas. “Pero hay estructuras poderosas en la sociedad que prefieren ver a la gente adoctrinada y formateada sin que hagan muchas preguntas, siendo obedientes, realizar la función que se les ha asignado y no tratar de sacudir los sistemas de poder y autoridad.” (Noam Chomsky, pensador estadounidense contemporáneo: “El objetivo de la educación”)
          Ocurre que, vieja y entrañable manía, lo viejo es lo viejo y lo nuevo es lo nuevo, para siempre, como la parábola del zapato: Tenemos unos que nos vienen muy bien, confortables y decentes, sin embargo, por cuanto el veredicto ajeno, que es el que tanto nos importa, puede cuestionar el hecho de que tengamos un solo par, compramos otro nuevo. Al cabo de un año de uso, seguimos preguntándonos si nos pondremos los viejos o los nuevos. Aun, cuando a los “nuevos” ya les andan rechinando las coyunturas y los afligen las patas de gallo.
          Otro tanto ocurre con los fenómenos sociales, ocurre con todo lo que nos rodea. Evolucionan en un proceso, generalmente de debut, auge y decadencia y obviamente, salvo los rótulos, no son los mismos invariablemente, bástenos cotejar los principios del liberalismo económico del “laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar), formulados entre otros, por el padre de la economía moderna, Adam Smith, con los del “neo-liberalismo” actual, en el que la libertad de empresa y de oportunidades, de los fundadores, ha sido reducida a la categoría de inerme retórica o de perversa chacota. El pleito es complejo y requiere de todo el aforo y todo el ahínco del pensamiento y desde luego, mucho mayor espacio y celo. No obstante, a priori se puede diagnosticar, con desdeñable riesgo porcentual de yerro, que las suposiciones, las supersticiones o las etiquetas, además de atajos para explicarlo, son básicamente, coartadas para la molicie o la malicia.

          ¿Y LA TECNOLOGIA?
          Por su parte, la tecnología que hoy luce pantalones largos, da la impresión, que no le ajustan bien del todo.
         La tecnología, comparece en el proscenio, como el personaje imparcial, ni bueno ni villano, simplemente anfibológico, es una herramienta, un trebejo, al que se le puede dar el uso que se quiera: “Es como un martillo: al martillo no le importa si lo usas para construir una casa o si un torturador lo usa para aplastarle el cráneo a alguien. El martillo puede hacer ambas cosas. Es lo mismo con la tecnología moderna. Por ejemplo: internet es extremadamente valiosa si se sabe lo que se está buscando; yo la uso todo el tiempo en mi investigación. Si se sabe lo que se está buscando, si se tiene una especie de marco de referencia, que nos dirige a temas particulares y nos permite dejar al margen muchos otros, entonces puede ser una herramienta muy valiosa” (Ibídem)
          Enfoquemos entonces nuestra observación, en la pedagogía, en la señal que nos proporciona, el gran salto registrado por las áreas de la información y las comunicaciones. En el Internet y las redes sociales, se percibe muy nítidamente, que  vienen al mundo, con el pan bajo el brazo, endurecido, fraguado como para convertirse en el “martillo destructor”. Sin embargo, luego de la fascinación por lo nuevo,  la seducción por lo portentoso, (precisamente por bueno es que no se libra de la sospecha de titiriteo “nadie da algo por nada”) de la creación de una prolongación perfeccionada de la cotidianeidad, en la que el amor y la amistad, los valores morales y los buenos deseos, junto al delicioso comadreo, son recetados a distancia, en exuberantes cantidades y sin cargos añadidos, es decir que accidental o premeditadamente, ha desencadenado una adicción por la “socialización electrónica” y la invención de “dobles” ideales de uno mismo; lo frívolo sin el compromiso ni la inhibición que puede suscitar el trato personal, en vivo y en directo. Alentadoramente, podemos observar, no obstante, que luego de esta primera etapa, percibimos que se registra, por la presión cada vez mayor de las colectividades que adquieren conciencia, su uso con fines altruistas o provechosos, pugnando por cambiarle sus propósitos y su naturaleza.

          COROLARIO  
          No existe la educación gratuita, no puede o no debe haberla, porque la pública, la que teóricamente germina, en sus albores de revuelta y redención social, sin adeudos anexados y tiene la misión de servir a todos sin excepción – aunque de eso se desentienda nuestra mustia y ambigua carta magna - ya está pagada, mediante los impuestos. Sin embargo, por desidia, incapacidad, conveniencia o dolo, malversando los fondos para ella recaudados, destinándolos a fines totalmente ajenos, se la devalúa y transfigura en la que nos obligan a consumir: famélica, falaz e injusta. Y quien en nuestras nefastas circunstancias, se ocupa de administrar esta pérfida y desalmada tropelía, es la corrompida casta “política”, la misma que el célebre psicoanalista francés Jacques Lacan, como si viviera en Lima y los observara en sus actos en los “poderes del Estado”, practicando una profesional vivisección de nuestra sociedad, paciente de una enfermedad terminal, la subdivide en dos tipos: Los canallas y los idiotas (sí, comprendo porqué, se les presentan obvias las imágenes de algunos)   
          La trama contemporánea, nos ofrece más que un escenario, un haz de retos, como en el pasado a los burgueses citadinos; una encrucijada que trenza los obstáculos dondequiera que curiosee el observador:
          El trastorno climático, que genera el calentamiento global, que el consenso científico atribuye principalmente a la emisión de gases de efecto invernadero, por obra de la mano humana. La deforestación, ya sea por la expansión de la frontera agropecuaria o con fines de franco y directo lucro, con negocios madereros, simple y llanamente, la incineración de hidrocarburos en la atmósfera, con análogos fines, de enriquecimiento, son los ejemplos a mano, cuyas secuelas visibles son: el aumento de la temperatura atmosférica, que acarrea como desastrosas consecuencias, la multiplicación de los períodos de sequía, el incremento de la frecuencia de incendios forestales, la aceleración de la desertificación y la desglaciación (que a nosotros nadie nos lo cuenta porque la tenemos enfrente nuestro en la Cordillera Blanca), la alteración del ciclo de lluvias y vientos, que se hacen menos frecuentes pero más intensos, con la consecuente proliferación de aludes, deslaves, huracanes y ciclones.
Objetivamente, la Ciencia monitorea, la subsecuente y lógica relación de sucesos derivados como, la aceleración en la extinción de especies animales y vegetales, debido a la alteración de los ecosistemas, que también se traduce en más hambre en el mundo, por la mayor escasez y el mayor encarecimiento de los alimentos y puede generar tecnología orientada a mitigar, neutralizar o anular estos y todos sus devastadores efectos, pero como en el emblemático caso de la tecnología de los motores propulsados por agua, se le cierra las puertas, con increíbles trabas, patrañas legaloides y pérfidas ficciones, a través de la invasiva y omnímoda urdimbre de medios de comunicación masiva del sistema y hasta medidas extremas.
          Se ha llegado al tope de la desproporcionada utilización de los recursos, sobre todo de los no renovables. En otros términos, al abuso y la desnaturalización de sus fines. Estos, de solución de continuidad para la vida en el planeta, han sido convertidos en los factores de su destrucción, de su colapso.
          Por las cotas naturales de la red, preliminarmente expuestas, sólo podemos enumerar algunos síntomas del momento, de la fase que nos toca en suerte, y de los compromisos generacionales, de las tareas que nos corresponden, sobre todo en el de la Educación, que es, universalmente percibida como la solución de la encrucijada, del atolladero, de la intríngulis de nuestro tiempo, que podemos y debemos asumir, convocando y acopiando a todas las fuerzas que honesta y desprendidamente, bregan por mejores estándares de vida, por mejor Educación para todos, sin distinciones de credo, raza, afiliaciones religiosas, propensiones políticas, o adhesiones futbolísticas.
De ocurrir lo contrario, solo nos quedan la grita destemplada, el denuesto personal, los improperios o el etiquetado, los rótulos que nos brindarán la engañosa sensación del aporte, la falaz o maquiavélica tarima para montar la comedia del “deber cumplido”.
En ejercicio pleno de la libertad y derechos, que es nuestra principal bandera, esta es una elección muy personal.

chanelo

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