Alrededor del año 1850, Don Toribio Tadeo Loli Florentini, llegó al Perú y se afincó en Huaraz, se casó con María Isabel Castañeda, ellos serían después los padres de Florencia Loli Castañeda, que se matrimonió con don Pablo A. Arnao, quienes el 11 de mayo de 1872, alborozados celebraban el nacimiento de su segundo hijo al que bautizaron como Aurelio. la primera fue una mujercita: Amalia y los que le siguieron a Aurelio, fueron Francisco y Flavio.
Aurelio Arnao Loli,es el más conspicuo representante huaracino del relato de ficción, entre sus muchas obras, destacan dos: "Cuentos peruanos" que es una selección de cuentos al mejor estilo de Edgar Alan Poe o Kafka y "Miniaturas" narraciones plasmadas al alimón con Enrique López Albújar. El siguiente es un cuento que fue firmado por él, según la aseveración de don Clemente Palma, quien lo publicó en su legendaria revista "Prisma" del 4 de Mayo de 1907.
LO IRREPARABLE
En aquel día, que era el día de su santo, la señora María de los
Angeles, se sintió acometida, por una de esas intensas melancolías de los
sesenta años. Estaba sola; el periódico que leía se le había deslizado de las
manos hasta el suelo, y con la encanecida cabeza inclinada sobre el pecho y los
anteojos en la punta de la nariz pensó con amargura, en la fugaz felicidad de
su lejana juventud, tan lejana que se le antojaba un sueño vago, como una
visión entrevista al través de una niebla gris.
Se veía a los veinte años, lozana como una fruta en sazón, irreflexible
y alegre, sin otro culto que el de su propia
belleza.
Había sido cortejada,
y de entre sus enamorados, ella recordaba con más intensidad al periodista Baret, un mozo pálido, de tipo nervioso,
bigotillo ensortijado y ojos claros.
Este le había amado sin duda. Eso se lo decía el corazón a veces. Aún
se recordaba de una tarde en que él se ofreció a acompañarla al baño. Salieron
del brazo. Detrás iban su mamá y una prima.
María de los Angeles
pensó en la declaración amorosa que Baret le iba hacer. Este la envolvía en una
mirada tiernísima y de rato en rato, le aprisionaba discretamente el brazo.
Llegaron a la playa. Era una tarde caliginosa. El sol, como una brasa, parecía
incendiar la cresta de las olas.
Allí, entre la
turbamulta de bañistas estaba otro de sus enamorados ¿Cómo se llamaba?
La señora María de los Angeles, alzó la cabeza y se quedó mirando el
techo, hurgando sus recuerdos ¿Cómo se llamaba?
El tiempo había borrado para siempre ese nombre, como otros tantos, de
su memoria. Se acordaba sí de que era muy elegante, tocaba piano y se perfumaba.
El joven se le acercó
cumplidamente y empezó a cortejarla y como a ella le gustaban esas ofrendas de
galantería a su belleza, tuvo sonrisas encantadoras, miradas expresivas y
cuando echó de menos a Baret, le vio de lejos aparentando indiferencia, pero
segura de que sufría intensamente.
Como joven cortejada y voluptuosa experimentó un goce felino de que
alguien sufriese por ella.
Después esperó la declaración, que no vino jamás.
Baret se casó más tarde; ella permaneció soltera, y vivió cada uno por
su lado.
Sin embargo, siempre había pensado con curiosidad en esa escena del
baño, y ahora, después de cuarenta años, la acometió un incontenible deseo de
saber que sintió Baret y por qué no se le declaró jamás.
Se levantó trabajosamente y se aproximó a una ventana que caía a un
jardín.
-¡Juana, Juana! – llamó con su voz cascada de sesentona.
Poco después entró una criada y la señora María de los Angeles se sentó
a una mesita, dispuso una tarjeta y afirmando los anteojos sobre su nariz,
escribió:
“Mi recordado amigo:
Necesito una conferencia con usted. Espero que no se haga usted
desear.
Su vieja amiga.
María de
los Angeles”
Leyó la tarjeta, la releyó y secó la tinta soplando, después la puso
dentro de un sobre, escribió la dirección y volviéndose a la muchacha se la dió.
Cuando salió la muchacha, volvió a sentarse en su cómodo sillón,
sumiéndose otra vez en la voluptuosidad de sus recuerdos.
A los veintiún años estuvo a punto de casarse con un comandante. Pero
sentía oculta aversión por los militares y además tenía la esperanza de hacer
un matrimonio mejor.
Pasaron los años, continuó el desfile de enamorados; pero un día notó
con sorpresa que tenía arrugas en la cara y algunas canas en el cabello ¡Que
desolación, Dios mío!
Se quedó sola, su atención estuvo ocupada en un pleito para defender su
patrimonio y entre abogados y curas entró en los cincuenta años, con el corazón
marchito como una flor nacida bajo la sombra de un alto muro, que jamás ha
recibido un beso amoroso del sol.
Baret vivía en una casa vecina. Eran buenos amigos. Jamás hicieron la
más ligera alusión al pasado. Estaba reumático y padecía de asma. Era viudo,
con dos hijos, un hombre y una mujer. Pero vivía solo porque éstos habían
formado hogar aparte, cada uno por su lado. Como tenía setenta años, madrugaba
y los primeros rayos del sol le sorprendían en la puerta de la iglesia, apoyado
en su bastón nudoso, tosiendo de rato en rato, en espera de la misa que oía
todas las mañanas.
Que diferencia del otro Baret, del Baret de veinticinco años, que
hablaba calurosamente de la vida y de sus triunfos, como de cosas hechas para
rendirse a la juventud y a la energía.
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Una tos persistente anunció la llegada de Baret, que entró en el salón
limpiándose los labios con su pañuelo de yerbas, a pasos lentos y apuntalando
la gran vieja armazón de su cuerpo en el puño de cuerno de su palo.
-Señora María de los Angeles, buenos días. Esta tos….
Y sentándose con lamentable lentitud, echó un párrafo sobre las
dolencias del pecho y los fríos del invierno. Después habló de su reumatismo;
ponderó una hierba medicinal para frotarse con ella las partes doloridas.
La señora. María de los Angeles esperaba ansiosa una pausa para
interrogar a Baret.
-Mi querido amigo ¿Se acuerda usted de un día que me acompañó al baño?
Ibamos de brazo y en la playa había mucha gente.
Baret se quedó mirándola al través de sus gafas con verdadera
estupefacción.
La Sra. quiso ayudarle a reconstruir el pasado.
-Hace mucho tiempo…. treinta, cuarenta o más años ¡Que sé yo! Usted me miraba de cierto modo; y estoy
segura de que me iba a decir algo, pero luego….
Baret la interrumpió.
-Estoy absorto. No entiendo una sola palabra.
La señora excitada por sus recuerdos se había puesto de pie y accionaba
vivamente.
-¿Pero es posible, Baret, que no se acuerde usted? Llegamos de brazo a la playa….Allí había un
joven que me empezó a galantear…. Usted se hacía el distraído, pero habría
jurado que estaba sufriendo horriblemente….Haga
usted memoria, Baret ¡Acuérdese!
El viejo a quien le acometía nuevamente la tos gesticuló alzando una
mano pecosa como la piel de un batracio.
Y cuando cesó la tos y hubo pasado el gran pañuelo por debajo de su
bigote manchado de nicotina, exclamó con entonación de hombre al que se le
fastidia.
-¡Señora, yo no me acuerdo de nada de lo que usted me dice! ¿Es
posible? ¡Vaya usted a estar recordando simplezas!
Se levantó y después de despedirse se dirigió a la puerta; pero la
señora María de los Angeles se le interpuso rogándole.
-Se lo suplico, un esfuerzo de imaginación y me libra usted de una
horrible incertidumbre. El joven aquél era moreno y trascendía a agua de
lavanda.
Baret la apartó suavemente de su camino, gruñendo como viejo achacoso a
quien le cargan cuestiones de amor.
-No es usted razonable señora ¡No sé nada!, ¡Usted cree que a los
setenta años he de estar rumiando tonterías!
Y salió encorvado bajo la amenaza de un nuevo acceso de tos, golpeando
con fuerza sobre el mármol del pasillo con la contera de su bastón.
La señora María de los Angeles, sintió como nunca el peso de su vejez.
Con la cabeza inclinada al pecho, con los anteojos en la punta de la nariz y
los brazos caídos a lo largo de su cuerpo, avanzó lentamente hacia la ventana y
se quedó ahí, de pie, inmóvil, contemplando las flores rojas del jardín que se
abrían a la luz del sol como bocas de mujeres enamoradas, y a las aves que
piando se perseguían entre los setos.
esta muy bueno, gracias por compartirlo
ResponderEliminarIncreible y no se necesita filmacion y es tan humano y agridulce,parece que hubiera un complot tan peruano,para no ensenar estos valoresnacionales de otras estepas como silofueran
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