A las ocho de la mañana de aquel lunes 16 de abril de 1956, el poderoso D-6 turbohélice cuatrimotor de Panagra, estremecía el viejo aeropuerto de
Talara, poco tiempo antes retocado por la International Petroleum Co,
transportando entre sus pasajeros, nada menos que a la superestrella del
momento, el laureado y famoso novelista, ganador del premio Pulitzer del año 1953 y el Nobel de
Literatura de 1954.
Apenas apeado, Ernest Hemingway, con una sencillez y una campechanía, que contrastaban con su inmensa fama, saludó en un casi perfecto castellano, a todos cuantos le esperaban, tres felices periodistas
entre ellos, felices porque les llamó colegas. Eran: Mario Saavedra del
“Comercio”, Jorge Donayre de “la Prensa” y Manuel Jesús Orbegoso de “la Crónica”. Tras saludar y abrazar a algunos de ellos, de inmediato puso rumbo a Cabo Blanco. Lo
acompañaba su inseparable última esposa Mary Welsh y sus dos fieles asistentes
cubanos: Gregorio Fuentes y Eliseo Argüelles.
Para entonces, Cabo
Blanco ya era célebre. Tres años antes, en 1953 precisamente, el ex- Presidente de la Texaco Co., Alfred Glassell
Jr., capturó un fantástico merlín negro, estableciendo el record mundial vigente hasta nuestros días, el
animalejo pesaba 711 kilos (1543 libras) y media cuatro metros y medio de
largo. Por lo demás, a lo largo de su existencia, discretamente, muchas celebridades habían pasado lindos días y buenas noches en el
“Fishing” : Marilyn Monroe, John Wayne, John Stewart, Cantinflas, Luis Miguel
Dominguín, Gregory Peck, entre muchos otros.
El Fishing Club de
Cabo Blanco, era super exclusivo, lo conformaban 20 solventes socios, todos
extranjeros e involucrados con la extracción de hidrocarburos, quienes cotizaban una membresía anual de 10.000 dólares de aquellos. Los aureolados astros del ecran y la
farándula eran invitados suyos.
Kip
Farrington, ligado también al petróleo, arquetipo de pescador deportivo y viejo
amigo de Ernest, fue el que le brindó las referencias de este paraíso, donde
reinaba el fantástico merlín negro. Hemingway decidió entonces filmar allí,
importantes escenas de la película “El viejo y el mar” basada en su novela del
mismo nombre, para lo cual trasladó personal y equipos de la Warner.
El
tiempo que permaneció el famoso escritor en Cabo Blanco; el único lugar de
Sudamérica que visitó en su vida, no ha sido establecido con precisión, se afirma
que fueron 32 días. Sin embargo, apercibidos rastreadores, hurgando en el Museo y librería “John Fitzgerald Kennedy” de
Boston, han hallado 30 cartas entregadas por María Riva, hija de Marlene
Dietrich, escritas por Ernest desde Cabo Blanco, para su no menos famosa amiga
y amante; una de las cuales está fechada el 21 de Mayo de 1956, esto es, 36
días después de su llegada. Es de suponer que su estancia fue más larga.
Hoy,
Pablo Córdova Ramírez, atiende personalmente el concurrido restaurante de su
propiedad, en Cabo Blanco y el local del “Fishing Club” está en ruinas. La
gloria de Cabo Blanco pervive en el recuerdo de aquellos esplendorosos días,
como refugio de famosos, como un oasis de desconexión de tan vertiginosas como
insustanciales existencias que, Hemingway interpoló rompiendo la regla, pero
sobre todo en el legendario e imbatible record mundial establecido en 1953, por
Alfred Glassell Jr.
Ernest
Hemingway se mató en Ketchum, Idaho el 2 de Julio de 1961. Además de la
Literatura, tenía cuatro grandes pasiones, que le hicieron vivir la vida como una aventura maravillosamente intensa y libérrima:
La pesca, la caza, las mujeres y el alcohol. En 1960, después de 20 años dejó
Cuba, parafraseando con voz queda a Neruda: "Confieso que he vivido.... plenamente’.
Su salud estaba muy resquebrajada, tenía el hígado hecho paté por la cirrosis y
le diagnosticaron Alzheimer. Eso era demasiado sobre todo para un genio. Como se sintió impotente, por primera vez quizá y no
pudo compaginar ni biselar todas estas escoras, estas aguzadas aristas, secuelas de su vida plena y trágica, apretó el gatillo de su escopeta, como lo había hecho
tantas veces, en el Kilimanjaro y Magadascar, ¡muchas veces! Solo que esta vez
la presa era él mismo.
Este
año se cumplen 57 de ese infausto lance y 119 de su nacimiento en Oak Park Illinois. La imagen y contornos del enorme y eterno novelista han crecido como lo vaticinado en Pucará por José Domingo
Choquehuanca: “Con los siglos crecerá vuestra gloria, como crece la sombra
cuando el sol declina”, en su indeleble panegírico al inmortal Simón Bolívar.
Este, como todos los 2 de Julios, doblarán
las campanas, en homenaje y conmemoración del mar, una de sus predilecciones y el mítico viejo, eternamente joven, hechizado por algún travieso y
desorientado Merlín. También en ese fabuloso escenario, de alborozado y diáfano sol
veraniego por el día, y de excitante e inusitado encanto por las tibias noches.
De eterna bohemia sigilosa, permanentemente teñida de una seductora tonalidad
sepia, taumatúrgica y melancólica, fascinante y aciaga a la misma vez. Que hoy, ya solo forma parte de nuestros recuerdos más entrañables.
CHANELO
CHANELO
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