El extasiado visitante, no sale de su asombro, al contemplar la
infinitesimal exactitud de las rocas, que forman los muros de las construcciones incaicas. En el Templo del sol
en Ollantaytambo, en Choquequirao o Machupicchu, los trabajados peñascos, emiten
permanentemente un mensaje que sólo los escogidos pueden descifrar. Esa
formidable precisión, hubo de requerir, de conocimientos superiores, de ingeniería
y matemáticas avanzadas.
Tomemos el arduo camino de la
indagación, que es el que nos sacará de dudas e ignorancias y desechemos el
facilismo o la direccionalidad de las extravagancias, que zanjan las cosas con
disparates, como la de la intervención de alienígenas extraterrestres por
ejemplo.
Con incierta sutileza, perdura siempre
la cortapisa del eurocentrismo, que cual tradicional institución sigue erigiéndose
en una suerte de maquinal cierrapuertas a las ideas y conceptos, a los datos y
pesquisas, que escapan a su potente órbita; contamos ahora sin embargo, afortunadamente, con
la información y las brillantes mentes, de las cuales asirnos y desarrollar o
representar con palabras, el devenir de ese formidable proceso denominado, no
sin ración de malicia: “Imperio Incaico”.
Una de las más lúcidas testas de
voz nítida y didáctica, pertenece al
versado ingeniero inglés William Burns Glynn, natural de Mánchester,
donde nació en 1923 y quien tras un periplo por diversas estaciones de vida
alrededor del orbe, fondeó sus naves para siempre, en el Puerto del Callao en
1956. Falleció en Lima, donde duermen sus restos, en Febrero de 2014.
El tópico de su
apasionamiento, fue la sociedad incaica y especialmente los AMAUTAS, los Quipus
y los Yachayhuasis. Su ardua labor de búsqueda y escrutinio, lo llevó a la
conclusión de que los Quipus, no solo funcionaban como herramientas de
administración contable, sino como medios de registro y transmisión de todas las disciplinas del conocimiento en
ese particular cosmos, de las edificaciones diseñadas y ajustadas milimétricamente.
Otro de los instrumentos que puso de relieve, es la Yupana, que aparece en las
ilustraciones del cronista nativo Guamán Poma de Ayala. “Yupachiy” en quechua
significa “contar”, por lo que el ingeniero Burns, concluye que la Yupana es la
versión incásica del ancestral Abaco.
Los AMAUTAS, para el ingeniero
Burns, no solo eran los preceptores de los hijos del Inca y la nobleza, a los
cuales preparaban para las tareas de gobierno y desarrollo de esa formidable
organización social, Escuchémoslo: “Es en el seno de esas civilizaciones
prehispánicas que esclarecidos sabios llamados amautas, con sus saberes y
experiencias en diversos campos del conocimiento humano, contribuyeron a la
organización histórica del antiguo Perú". Es decir, que según el
investigador inglés, fueron los Amautas, los reales forjadores del Incario.
En el andamiaje educativo
incaico, dentro del Yachayhuasi (“Casa del saber”) donde los AMAUTAS ejercían
su docencia, el AMAUTA especializado en el manejo, lectura, escritura,
inventario de los Quipus era el Quipucamayoc.
Ante obras de arte
arquitectónico y de diversa índole, que como las de Egipto, las helénicas o
romanas, maravillan al mundo contemporáneo, William Burns, rescata la gloria de
los Amautas y los parangona con los promovidos a célebres: Cleóbulo de Lindos, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de
Priene, Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene y Misón de Quene.
Nuestros Amautas, fueron los anónimos forjadores de un gran “Imperio” y
una enigmática y soberbia cosmovisión, que tras más de quinientos años de
reiterativos y pertinaces empeños de inhumación, comienza recién a desplegar sus alas, para
asombrar al mundo y venir en auxilio nuestro. Hoy que en nuestro libreto, tanta
falta nos hacen los argumentos para insuflar el pecho, felices de nuestra
identidad, que proviene de culturas análogas o más grandes que tantas otras, que
tan facilmente compramos, porque son las más promocionadas y vendidas.
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