KARADOSHU Y EL ANGOSTUREÑO
Especificaciones técnicas:
Angostureño......denominación de origen
Karadoshu...........nomenclatura de propiedad del dramaturgo aijino Aureo Sotelo Huerta Texto:
33.7% orgánico, natural, certificado por la OMS y la FDA
65%, afiebrados delirios
2.3% excipientes ornamentales.
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Si me piden una descripción, así se las resumo: Aridez y desnudez, eran sus singularidades. Ese como un dedo gordo de un pie del Ande , que invade el valle, esa como península de cerro, como un antojo de la naturaleza, es una meseta. Es plano ese pedregoso collado, como trabajado por la mano del hombre y sus máquinas. Pero no, eso existe desde tiempo inmemorial, desde muchísimo antes de que los homos siquiera hubiéramos bajado de los árboles. Mucho antes inclusive de que los dinosaurios dejaran sus huellas en el escenario.
Por ambos lados se sube para entrar y se baja para salir, lo rodean los fascinantes labrantíos de plátanos, pacayes, algodón, maíz, tomates, yucas y camotes, que son regados por las aguas del generoso Río Santa y fertilizados por su limo. La tierra es muy fecunda, es negra, en esa feraz campiña.
¡Sí pensaste en la pampa de Vinzos, lo adivinaste! Fue allí que ese día, cuando en dirección de Chuquicara, subíamos y coronando la meseta nos topamos en sentido contrario, con “Don Rogelio”, no diré el viejo, más bien, el clásico camión que hacia servicio de Chimbote a Pallasca, así está mejor. Venía abarrotado de gente y carga. Don Rogelio Valdivia, ya muy canoso, con su respetable rostro, plisado de condecoraciones del tiempo y los elementos, al timón de su nave siempre, fiel al castigo, contra viento y borrasca, tal cual un honorable capitán de barco, nos advirtió:
-¡Pasando Vinzos, a la altura del platanar de guineos, están asaltando compañeros, prepárense o mejor quédense!
-¿Asté también, luabrán cuadrao Don Valdivia? – preguntó Ricardo Corazón de León, desde la canastilla, que en su tierra Chingalpo, así como en las sierras liberteñas, le llaman panagra.
-¡No! De fijo porque éramos muchos, pienso yo - le contestó algo sonriente, pues lo conocía de antes, cuando Ricardo trabajaba para él - ¡Pero es cosa de verlo al “Angelito”! –continuó - a él sí, lo han golpeado y desplumado, allí se ha quedado, en el restaurante de Doña Chabela. No ata ni desata, está bien asustado – y no dijo más, continuando imperturbable con su marcha.
En la bajada hacia el pueblo de Vinzos, Doña Chabela preparaba, un rico, aromático, diurético y antioxidante té con clavo y canela y las mejores causas de pescado* del mundo.
Don Rogelio no era muy locuaz, era algo tieso más bien. No tenía el temperamento del “Angelito”, para el cual, un encuentro en la ruta, era un motivo de fiesta.
-¿Qué tal socio, llueve o no llueve? – era invariable su introito, de una charla que podía extenderse hasta el infinito, si no la cortaba su interlocutor o sus propios pasajeros. No importaba si éste venía de Chimbote, donde como en Lima, nunca llueve o si era el tiempo del estío, en el que llueve cuando muere un gato.
-En eso quedamos entonces – finalizaba el chismorreo, con frases por él inventadas y que sin editar, habían cundido, casi entre todos los conductores – ¡Pero no le cuentes a nadie! – advertía con su socarrona sonrisa, como colofón de un entretenido intercambio de intrascendencias.
Apartándonos entonces, un poco de la vía, nos estacionamos para hacer una evaluación. En el tiempo al que me he remitido para esta remembranza, esa pampa era hermosa, por sus vastos horizontes de guijarros rodados y tierra arenosa que el sol ruborizaba, por la soledad que llenaba los pulmones y el alma y las mil y una imprecaciones del río, que su prodigioso eco hacía retumbar en nuestras conciencias, acompañado siempre de una pizca de opacas, ambiguas reminiscencias de algún ayer glorioso ya remoto. Es la misma emoción mixta, ese como enternecimiento, inquietud y tibieza, que lo invade a uno, cuando se pone al frente de algún vestigio de construcción, una de esas famosas huacas, que no por casualidad, abundan dentro de estos entrañables confines.
Los que por allí hemos trajinado, sabemos que ese fascinante escenario de los años ochenta del siglo pasado, es difícil imaginárselo hoy. Con los asentamientos humanos, hierve de olores, de gente, de casuchas y mucho ruido.
Probablemente, la vista interminable de galgas y collotas*, le inspiró a mi sobrino Karadoshu.
-¡Los correteamos a pedradas! - exclamó
-¡Sií, lis sacamos su mierda a esus muermos, pasmaos! – remató la frase, con su encantador cantarín acento del río Marañón, Ricardo Corazón de León, que era su nombre de pila, aunque parezca sobrenombre.
Eramos tres, cuatro con el “Angostureño”, que era un becerro “Holstein”, un regalo que iba de encomienda …
Resulta que Don Anchico* Soler, el abuelo de Karadoshu y padre de mi prometida, meneando la cabeza al ver que entre los frutales, se empecinaba, proliferaba y se perdía la grama, decidió tentar la cría de ganado vacuno, en su fundo “Villa Susana” cerca de Cajamala, en la ruta de Tauca y en ese empeño, unas cuantas vacas y uno que otro toro, criollos todos, que los había conseguido en la misma zona, constituían su pionero hato. Sin duda de que estos afanes, conmovieron a su hermano menor, al que de joven envió a estudiar a la Capital de la República y que siempre estaba al tanto de los movimientos del hermano mayor, al que llamaba “Papá”. Cumplido el objetivo con creces, Guillicho* Soler devino un competente profesional docente e intelectual de nota y la vida lo acomodó hacia el sur del país, en la Angostura, tierra de duraznos, espárragos, viñedos y pasturas, famosa también por la introducción en su ganadería, de bovinos de raza, Shorthorn, Aberdeen Angus, Holstein, entre otras. Del cariño, el agradecimiento y de esas feraces tierras angostureñas, procedía el regalo, cuyo destino fue encargado a Karadoshu en Lima.
La primera etapa se despenó épica. Desde temprano en la mañana del sábado y acompañados del tío Arcadio, aguardaban los tres, en el grifo del paradero “Tres postes”, a algún condescendiente samaritano, que por módico precio, accediera a llevarlos a Chimbote, metrópoli que en el tiempo de Luis Banchero Rossi, el zar de la harina de pescado, clasificó como el primer puerto pesquero del mundo. Para confirmarlo, no hay mejor prueba que esa peculiar y típica fragancia, con la que tu panza las pasa negras, haciéndole desear hasta el desvarío, el pescado frito con arroz y frijoles panamitos, de la Tía Huaylina, en la esquina de la Estación, que persiste a pesar que hace más de una década, ya no existe el tren.
Eran solo dos pasajeros: el Angostureño y Karadoshu y nadie se animaba. Abundaban los pretextos: “Que iban a descansar en el “Patillo”, ese lugar que bulle intensamente con el ritual de las féminas del turno nocturno y allí las aguardan algunos feligreses, a veces todo el santo día, “Que iban a recoger una carguita en el camino”, “Que no estaban autorizados por el dueño”, etc. o simplemente no contestaban. Y así fue como se cerró ese día, por miedo a limpiar el carro, por la dificultad de subir al becerro, por ociosos, quisquillosos, gruñones, arrechos o por qué razones más, que desconocemos, sería que nadie quería llevarlo, o puede también, porque estaba muy desarrollado, el Angostureño tenía ya, sus buenos diez meses.
Allí en ese grifo, se les vino la noche y abrazados a su becerro, pestañaron por turnos. El día siguiente amaneció y transcurrió igual de largo y tedioso, con la indiferencia o las excusas, como común denominador. Pasaba el mediodía de ese Domingo, 10 de Junio de 1984, y los ánimos estaban por los suelos, se miraban, sin atinar a nada. Junto a su desaliento rumiaban algunos matahambres, cuando de repente, probablemente, por acción de papá Eliaco*, a quien tío Arcadio, siempre le ponía sus flores, le rezaba y le pedía ayuda, por un oportuno designio de los hados, porque Dios existe, o por simple y llana casualidad, apareció tío Vicchu*, al volante del viejo Mercedes Benz 710 de Cooperación Popular. Tío Vicchu, que es primo de tío Arcadio, hacía una semana que, para algunas reparaciones, había traído “su” volquete a maestranza de Lima y retornaba vacío a su sede de Pacasmayo.
Al ver a su pariente con el becerro, carcajeándose muy fresco y a modo de saludo, le espetó desde su cabina:
-¡No me digas que te decidiste por el abigeato!
Tio Arcadio lo secó con una mirada severa. Tío Vicchu lo entendió, cuando reparó en sus ojeras de oso panda. El problema realmente serio que surgió entonces, fue subir al animalejo a la alta tolva metálica. Se vieron obligados a buscar algún lugar apropiado. Cruzando la pampa transversal de la Avenida Universitaria, caminaron como siete cuadras más, hasta la fábrica de hielo del “Loco Quiroga”, el emprendedor arquero de la Selección de Fútbol, que en “Santa Rita”, cerca de la Avenida 25 de Enero, tenía una rampa de despacho en el frontis de su negocio. Hubo que desmontar la pesada puerta posterior y volver a montarla.
Con un riguroso procedimiento de selección, para mejorar la progenie del rebaño, el Angostureño fue escogido como padrillo. Primero le revisaron su pedigrí, sus padres eran de raza pura, tuvo buen peso al nacer y al tiempo del destete. Su testuz era corta, de toro, no alargada, como de vaca, Cruz triangular, corpulenta. Grupa y piernas, simétricas y fuertes. Escroto ni grande, ni pequeño, 34 cm de circunferencia y el prepucio, menos de cuarenta grados de caída. Es decir, todo un semental el Angostureño.
En Chimbote, estaban los dos solos. Es decir tres, con el Angostureño, pero él era el problema o parte del problema y los dos restantes, creían que eran parte de la solución. Ya no estaba el serio e ingenioso Tío Arcadio, el de las ideas y las salidas. ¿Cómo y dónde bajar al animalito?
Devanándose los sesos, Karadoshu, recordó entonces que en Huacatambo, en la salida hacia San Jacinto y Moro, Tío Vishi* tenía en su chacra, una rampa para subir y bajar el ganado. ¡Otra vez, de regreso entonces, por la Avenida Pardo, el río Lacramarca y la Urbanización Buenos Aires! Hasta el cruce de Samanco y por la derecha, hasta divisar el cerro Campana, donde se esconden las hermosas lagunas, que atemperan la sofocante torridez veraniega. Bajaron al Angostureño, procurando no hacer ruido, para no despertar a Tío Vishi, que ya estaba muy viejito, pero sobre todo para no despertar a tía Isolina, su segundo compromiso, que era veinte años menor y cuando se la encontraba despierta, miles de kilómetros, más insoportable. Hay que imaginarse despertarla a esas alturas de la madrugada, daban las dos y media.
A las tres y treinta y tantos, Tío Vicchu, estaba golpeando la puerta en el Malecón Grau de Chimbote, muy cerca de los astilleros PICSA, donde con gran desprendimiento y cariño tío Moshico*, me alojaba en su casa, cada vez que yo llegaba al Puerto.
Salí raudo, para evitar tuviera que hacerlo Tío.
-¡Hola Jashi*, te traigo un toro! – me saludó sonriente Tío Vicchu, yo no le presté importancia, porque era su estilo, a veces algo excéntrico, pero jovial, festivo siempre.
-¡Gracias tío, lo llevamos para la Corrida de San Antonio en Bolognesi, ya está cerca! – le seguí el hilo a su madeja, abrazándolo fuerte.
-¡No es broma, hemos traído el “Holstein” que tu tío Guillicho, envía para tu tío Anchico, Karadoshu está con él en Huacatambo!
Un lazo de lana merino, de colores vivos, tejido por Tía Aurora, la esposa de tío Guillicho, era el que sujetaba al Angostureño. De la punta, lo jalaba Karadoshu, asustado, con enojo, con frío, con sueño postergado, con desconcierto. Dócil, el animalito lo seguía, como en “El Niño y el Toro” la célebre película de 1956, elevando su nariz, oliscando de rato en rato, los sembríos de caña. También se daba la grama por ahí, pero Karadoshu no se animaba a entrar, por dos razones. Una, porque no le había agarrado afecto al becerro, sino todo lo contrario y dos, porque los letreros lo intimidaban:
“PROPIEDAD PRIVADA – SAN JACINTO”
Ya estaban llegando al cruce de Samanco. A falta de comida, se habían devorado los tres kilómetros de pista. Allí los encontré:
-¡Hola Karadoshu! ¡Ah este es el famoso Angostureño! – le saludé, genuinamente emocionado.
-Si tío… ¡Este es el desgraciado!
-¿Porqué “el desgraciado”, pobre animalito de Dios, no? – pretendí ponerle los puntos sobre las íes.
-Será pues… pero lo que es a mí…¡Muy mala vida me ha hecho pasar! – me contestó con un gran gesto de amargura.
Para partir, determinados a enfrentarlos y repeler a los facinerosos, seleccionamos y llenamos la panagra, de un gran arsenal, de pedruscos y piedras más contundentes, donde junto a su intrepidez y gran coraje, se atrincheraron Karadoshu y Ricardo Corazón de León. Hicimos corto el recorrido de la pampa y pasamos de largo, el restaurante de Doña Chabela, íbamos volando, para desvelar cuanto antes, lo que el destino nos tenía reservado. Pasamos sin novedad, el platanar de guineos y sin atenuar la aceleración, paré todavía a río abierto, cuando al otro lado del ancho cauce del río Santa, en el Departamento de La Libertad, se divisaba Tanguche. Subí a la canastilla, para contabilizar muertos y heridos y ¡Oh que tal sorpresa! Allí no había nadie. Solo el Angostureño me miraba, desde la parte de atrás, pasándose la saliva por la garganta y su lengua por la nariz, como graficando su hambre, como preguntándome ¿Y la de acá, para cuándo? Hacia él me dirigí, por encima de la carga, y allí ocultos y guarecidos, entre sus robustas patas y su corpulencia, encontré a los dos valientes paladines de la verdad y la justicia.
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*Collota.............Guijarro redondeado
*Causa de pescado.......Típico y famoso plato originario de Vinzos
HIPOCORISTICOS
*Anchico.......Andrés.
*Guillicho.....Guillermo.
*Eliaco...........Eleazar.
*Vicchu.........Víctor.
*Vishi.............Vicente.
*Moshico.....Moisés.
*Jashi.............Jacinto.
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